Opinión

Julio

Nació en el siglo XIX y murió en la segunda mitad del XX. Su biografía resumida podía comenzar así, describiendo su trayectoria vital como un río que nace en tal sitio y va a desembocar en la mar, que es el morir. De Pontevedra a Madrid, pasando por el mundo. Tal fue el viaje de vida de Julio Camba. Se le suele presentar como un temprano polizón que no duda en escaparse de casa para ir nada menos que a la Argentina de donde, como es natural, no tardarán en echarlo por insurrecto. Su carácter revoltoso y revulsivo, ácrata, viajero, inconformista, burlón... acepta bien el calificativo de polizón existencial, de las letras y de su tiempo, o sea: de persona que se embarca clandestinamente, en alegre vagabundeo, paseante con sus ensoñaciones a cuestas, extraordinario testigo de la historia. Escribió en docenas de periódicos, fue corresponsal, mandaba sus crónicas puntualmente, lo hizo desde veinte países diferentes en unos tiempos en los que ningún Internet facilitaba la tarea y no se podía copiar y pegar de la Wikipedia. Los lugares que otros soñaban, él los transitaba con un aire inquieto y curioso y su aspecto encantador de duendecillo celta. Berlín, Costantinopla, París, Munich... Y, describiéndose a sí mismo en tales lugares, retrataba otras latitudes fina y certeramente, mucho mejor de lo que él mismo, en su admirable y sabia modestia, suponía. Su afición por la cultura popular, las novelas de kiosko, un incurable amor por la poesía, los viajes, el humor, la agitación... Son muchos los rasgos de su genio que me hacen sentirme cercana a él. Don Julio advirtió a sus contemporáneos: «Necesito que ustedes no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma», demostrando así un magnífico espíritu cervantino. De haber nacido el año en que murió, don Julio quizás habría sido un poeta punk, romántico pero juerguista, un rebelde con causa, con varias causas –quizás judiciales...–, una voz fresca, un indomable guerrero de las letras, un luchador por la verdad, un maravilloso y colorido cronista de esta realidad sombría que tanto nos aletarga como altera. Cuando pienso en un periodista, pienso en él. En cómo me gustaría que viviera hoy, para contar tantas cosas que yo no sé o no puedo.