Opinión
Tor, tor, tor
Torrent, Torra, Torras. Mi profesor de catalán –lo estoy aprendiendo para dejar de ser un inferior en todo-, me ha explicado que torrent es torrente, torra es torre, y torras, torres. Tor, Tor y Tor. El primero de ellos, Torrent, en el idioma menor, Torrente, ha dado por rota la relación de Cataluña con La Corona, y en lugar de acudir a visitar al Rey para comunicarle que Torra, en el idioma inferior Torre, ha sido designado para presidir la Generalidad por el parlamento catalán, lo hará por correo electrónico. Es decir, que Torrent no ha roto por completo con la Monarquía, porque el correo electrónico es más que nada, es algo, y si algo queda, alguna relación permanece. No lo sé, pero quizá, con anterioridad a dar el visto bueno, Su Majestad haría bien en consultar con el Consejo de Estado, el Fiscal general y el presidente del Tribunal Constitucional, si debe o no aceptar el correo de Torrent como si se tratara de una comunicación oficial. Y en el caso de negativa o duda, mandar a Torrent, Torrente en el idioma invasor, a tomar por saco o freír monas, que ambas fórmulas sirven y son adecuadas para endulzar el lenguaje y no caer en la tentación de enviar a Torrent a tomar por culo, que no es protocolario ni propio de reyes bien educados. Dadas las circunstancias que concurren en mi persona, que no soy el Rey y sí en cambio, por inferior, muy mal educado, me tomo la libertad de enviar a Torrent a tomar por donde anteriormente expuse, no sin olvidar ofrecerme a hacerle llegar, por correo electrónico, la fotografía multicolor de un tubito de vaselina. Reserva de plaza en Estremera.
Torra. Torre en el colonizador idioma que han obligado a aprender a 500 millones de personas en el mundo. Torra es el nuevo presidente de la Generalidad, designado a dedo por un delincuente cobarde huido de la Justicia, y enfrentado voluntariamente a la mitad de los catalanes que va a gobernar. Torra ha insultado grave y reiteradamente a sus compatriotas, los españoles, y ha llegado a la misma conclusión que Hitler con los judíos. «Los judíos sólo saben expoliar». Torra ha cambiado a los judíos por los españoles y ha firmado la frase de su amado Führer. Torra es un profesional del supremacismo racial y de la confrontación violenta. Un cobarde siempre elige a un violento para sentirse más seguro, y de ahí la elección de Puigdemont, que por otra parte, carece del derecho a decidir porque no es nadie en Cataluña. Si las ideas de Torra intenta aplicarlas en el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, y el Gobierno de España aguarda callado a las seguras aplicaciones, el ambiente puede presagiarse de irrespirable, especialmente para todos los catalanes que no comulguen con la superemacía racista de Torra. El artículo 155, en tal caso, habría de sustituir al ciento cincuenta y cinquito aplicado hasta la fecha. Tiene reserva confirmada en Soto del Real, Bélgica, Alemania o Suiza.
Y Torras. Torres. Es el marido de Susana Griso, que es la que trabaja en la familia. Insulta al Rey, al que llama «capullo», pero pierde el trasero cuando el Rey le convida, como consorte de Susana, a una recepción en el Palacio Real. No asiste por correo electrónico, lo hace en persona y encima se come los canapés, los emparedados y las virutas de jamón. Escribe muy mal, con un lenguaje distorsionado y despeinado en todos los conceptos. Ahora ha escrito en una página de esas que aparecen en los ordenadores y tabletas, que «España nos pisa para sentirse viva». Que España pisa a Cataluña para sentirse viva. Es decir, que España para sentirse con vida necesita pisar a España. Una estupidez disfrazada de ocurrencia. Vive en Madrid y pasa desapercibido. Nadie lo insulta, ni le amenaza, ni lo detiene en la calle para violentarlo con la palabra, como es habitual hoy por hoy en su, antaño, civilizada región española. No tiene reserva en lugar alguno, porque Torras no ha hecho otra cosa que expresar su opinión sin responsabilidades políticas, amparado en la popularidad y trabajo de su mujer, y eso en España no es delito ni falta. España es de las pocas democracias occidentales en las que insultar al Rey, abuchear el Himno y quemar su Bandera se admite por los jueces como derechos adheridos a la libertad de expresión. Torras es, simplemente, un grosero incoherente, que acude a la casa de quien aborrece, bebe su vino y se come el jamón.
Tor, Tor y Tor. Cada día que pasa resulta más complicado tomarse a broma lo que sucede en Cataluña. Cada día resulta más difícil entender lo que pasa por la cabeza de un 50 por ciento de los catalanes. Cada día se hace más imposible tratar el diario guiñol catalán con la distancia de la broma o la ironía. Esto se ha puesto demasiado serio, y España, con este Gobierno o con el que venga, como Estado de Derecho tendrá que reaccionar.
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