Opinión
Nanjing (I): Transportes
Regresar a China constituye siempre un motivo de satisfacción personal. No voy a decir que equivalga a volver a casa, pero sí que implica entrar en la trepidante experiencia, siquiera por unos días, de colocarse en uno de los vagones de cabeza del mundo en que nos ha tocado venir. Quizá lo primero que llama la atención sea su extraordinaria red de transportes. Viniendo desde Shanghai a Nanjing, la que fue capital durante el período de los seis reinos, se confirma la impresión de que sus trenes de alta velocidad son los mejores del mundo y no sólo por la rapidez o la comodidad sino incluso por el lujo – sí, han leído bien, lujo – que carece de comparación en otras partes del globo.
Decía Donald Trump en su campaña electoral que cuando regresaba a Estados Unidos desde China tenía la sensación de que su país se había quedado atrás en áreas como el ferrocarril, las carreteras o los aeropuertos. No exageraba. Yo he experimentado esa misma sensación en no pocas ocasiones. Las estaciones de tren chinas son gigantescas e incomparables; sus aeropuertos figuran entre los mejores del mundo y sus carreteras, incluso en lugares tan apartados como Tibet, resultan envidiables. Las mismas ciudades sobrecogen por sus medios de transporte. Si el metro de Shanghai es el mejor que conozco en toda la superficie terrestre, el de Nanjing no le va muy a la zaga. Que esta ciudad de más de ocho millones de habitantes tenga además un tráfico más fluido que el de Madrid o buena parte de las ciudades de Europa o América ya es bien significativo. Sí, muchos chinos siguen utilizando la moto y la bicicleta, pero la mayor parte de la circulación se realiza en automóviles entre los que son numerosísimos los modelos alemanes y, en menor medida, los japoneses. Desplazarse por Nanjing – en realidad, por toda China – deja de manifiesto que existe la posibilidad de contar con vías de comunicación modernas, enfrentarse con éxito a los potenciales embotellamientos de una gran ciudad, disponer de los medios de transporte más actuales y realizar todo en un tiempo verdaderamente récord. Añádase a ello que se ha logrado sin perder el control nacional de esas vías, sin entregarlas a empresas extranjeras, sin ir repartiendo coimas y sobornos, por lo menos, hasta donde se sabe. China lo ha logrado aunque a algunos les cueste creerlo.
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