Opinión
«Villa Gente»
En mi familia siempre hemos sido certeros bautizando villas y chalés. Mi abuelo materno, don Pedro Muñoz-Seca, fue un portuense enamorado de San Sebastián. Era amigo de los condes de Llobregat, cuya casa se denominaba «Toki Ona» –«Villa Buena» o «Villa Grande»–, y de la familia Padilla Satrústegui, que habitaban en «Toki Eder» –«Villa Bella» o «Villa Hermosa»–. Mi abuelo se encaprichó de una villa de Ondarreta «Txoko Maitea» –«Rincón Amado»–, y se propuso comprarla y cambiarle el nombre. No pudo cumplir su sueño porque en el verano de 1936 lo detuvieron en Barcelona y en noviembre del mismo año lo asesinaron en Paracuellos del Jarama. Pero su proyecto quedó ahí, y ha superado los tiempos. Entre «Toki Ona» y «Toki Eder», don Pedro quiso bautizar a su casa como «Toki el Timbre». Pasaron los años, y como algo se hereda por causa de la genética, me correspondió a mí bautizar la casa que se construyeron en Puerta de Hierro Miguel Boyer e Isabel Preysler. Tenía dieciséis cuartos de baño, y le puse el nombre de «Villa Meona», por la que es conocida en la actualidad.
Días llevo sin conciliar el sueño intentando dotar al chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero de un nombre adecuado y oportuno. Se me ocurrió en pleno insomnio «Villa Portavoza», pero no quedé convencido del acierto. Muchas villas y chalés se llaman como sus primeras dueñas, «Villa Matilde», «Villa Irene», «Villa Rita»... También se aprovechan para airear títulos de nobleza de extensión medida: «Villa Zurgena», «Villa Laurencín» etcétera. Los títulos largos no son admisibles para villas y chalés. Por ejemplo «Villa de las Atalayas de Bengoechea», no cabe en la placa de la puerta.
Pensé en «Villa Irene», o «Toki Irene», o «Vila Irene», y en sus tres opciones, la española o castellana, la vasca y la catalana, se me antojó poca cosa. ¿«Villa Piscina»? Tampoco me satisfizo.
Volé sobre el Atlántico hacia Venezuela y por el este hasta Irán. «Villa Orinoco», «Villa Maduro», «Villa Dólar», «Villa Cilia», «Villa Chávez». De Irán «Villa Tuerka» o «Villa Ayathola». Nada. El nombre de ese chalé tiene que reunir el ímpetu, los ideales y los proyectos más amados por la joven pareja de hecho. Y en pleno baño con las pompitas de aire que procura la esponja, simultaneando la luz de la idea con la entonación de la bella tonada «Rosa de Madrid», me surgió «Villa Gente». Ese chalé se tiene que llamar «Villa Gente», porque tanto Irene como Pablo aman a la gente, sonríen a la gente, entregan todo su esfuerzo a la gente y no desean otra cosa que el bienestar de la gente. Abrazos y sonrisas a la gente. Aunque sea exclusivamente a la gente que les vota, pero gente al fin y al cabo.
Tuve un amigo, un tanto tímido para madrugar y trabajar, que al contraer matrimonio recibió de su padre una preciosa villa en Fuenterrabía, llamada «Naikeri Enea» –«Casa del Capricho»–. Mi amigo la rebautizó con el nombre de «Gracias Papá Enea» –«Casa de ¡Gracias Papá!»–, para inmortalizar la generosidad del padre con hijo tan holgazán. Y las villas y chalés que en su nombre resumen el esfuerzo del ahorro y el buen fin de la adquisición. ¿Han ahorrado Pablo e Irene durante los últimos tres años? Sí. Por ello, el chalé del entorno del Guadarrama, trabajado paso a paso podría denominarse «Toki Tupa-Tupa», o lo que es igual, «Villa a Pasitos», de acuerdo con el Diccionario Vasco-Español de don Isaac López Mendizábal, editado en San Sebastián por Auñamendi Editorial. O «Toki Tuturrutu» o «Tuturrutu Enea», «Casa del Canto de los Pollos» según el mismo Diccionario, porque en la zona de la antesierra madrileña cantan más los gallos y los pollos –las gallinas cararean–, que en los barrios donde vive la gente.
Y vuelve la gente. A la gente retorno. Pueden también bautizarla como «Villa De los Refugiados», siempre que no adjunten a la placa otra de similar tamaño en la que se lea «Cuidado Con el Perro». Pero no. «Villa Gente», ese es el nombre justo y adecuado. Se invita bien. –Venid a daros un chapuzón a «Villa Gente». Nos encanta recibir a los buenos amigos–. –¿Me mandas el plano para llegar?–. –Por supuesto, Soraya–; –iremos sin falta. Un beso, Pablo, y muchas gracias–.
«Villa Gente».
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