Opinión

Defensa (parcial) de Iglesias y Montero

Los políticos deben ser honrados. También conviene que lo parezcan. Era lo que Julio César exigía a su mujer, Pompeya. Lo explicó Plutarco en «Vidas Paralelas», el libro favorito de Jordi Pujol, que no ha sido precisamente ejemplar. La honradez, sin embargo, no es sinónimo de penuria, ni tan siquiera de austeridad o ascetismo. Los políticos tienen el mismo derecho que cualquier ciudadano a vivir con holgura y comodidad. Denostar que ganen dinero –legal y con transparencia– es un error de una democracia inmadura, y también un mucho de envidia. Pablo Iglesias e Irene Montero pueden y deben vivir donde y como quieran, siempre que puedan permitírselo, aunque signifique una contradicción y una incoherencia con lo que defienden como políticos, que tampoco tuvieron rubor en impulsar escraches contra miembros del Gobierno, como ocurrió con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Ahora reclaman una privacidad que ellos no respetaron. Sin embargo, ese no es el problema.

Nadie debería reprocharles que intenten vivir y ver crecer a sus hijos en una casa como la que han adquirido, valorada en 600.000 euros, salvo que exista una norma que condene a los políticos de izquierdas a vivir en una cierta menesterosidad. Es lo que sugiere Kichi González, alcalde de Cádiz, cuando afirma que prefiere que sus hijos crezcan en un piso de «currante» antes que en un sitio más confortable. Eso sí, conviene no olvidar que su pareja es Teresa Rodríguez, la andaluza rival de Iglesias en Podemos. Por otra parte, Iglesias, hijo de un alto funcionario estatal, se crió en la amplísima vivienda del delegado de Trabajo de Soria y conoce las ventajas y comodidades de los espacios holgados. Iglesias y Montero no deben renunciar a su casa, pero están obligados a ser más transparentes con su operación inmobiliaria, como ellos han exigido a otros políticos.

Además, convendría que borraran las sospechas de favoritismo en la obtención de un crédito y en sus condiciones. No está claro que la Caja de Ingenieros o que otro banco atendieran igual a clientes anónimos, con ingresos como los suyos y a 30 años. Ahora, la pareja de políticos quiere legitimar su decisión con los votos favorables –que lograrán– de las bases de Podemos a los que consultarán sobre su casa. Les pasará factura, porque si es un asunto personal, la decisión solo les compete a ellos. Por último, hay que dar la bienvenida a Iglesias y Montero a la realidad, porque más allá de su populismo sectario, parecen apostar por el bienestar de sus hijos, que va unido al futuro de este país, lo que sería una garantía de que no aplicarían políticas suicidas si alcanzaran el poder. Una gran noticia.