Opinión
Morir sola
¿Puedes imaginar un desamparo mayor que morirte sin que nadie se percate? Si a tu alrededor no queda ni un familiar que llevarte a la boca de tu agonía final, ni una mano que agarrar o unos ojos... Si falleces en ese preciso contexto, ¿qué ocurrirá después contigo? «Y a mí qué me importa», me respondes. Ya dejas de existir, ya te da igual... A mí no.
La pesadilla se repite cada vez con más frecuencia. Sucede aquí, en el cálido Mediterráneo, al lado de tu casa. El último caso del que tenemos noticia lo protagoniza María Amparo Plaza, valenciana. 78 años tendría hoy. Un día cualquiera, en la cocina de su casa, a María Amparo se le fue la vida y allí se quedó, inerte, en una vivienda de dos plantas, antigua, del barrio del Cabanyal. Y nadie la lloró, ni la echó de menos. De haberse percatado el banco otro gallo habría cantado pero, con todas sus cuentas domiciliadas, la pensión y el alquiler de renta antigua seguían abonándose religiosamente, cada mes.
¿Y los seres queridos de María Amparo? No aparecen por ninguna parte. ¿Y los vecinos de María Amparo? Si les preguntas, sobran sus explicaciones. Uno de ellos ha tenido que limpiar recientemente unos metros, una zona de su casa que comparte con la de nuestra fallecida y, horrorizado, ha descubierto el cadáver, convertido ya en una momia. Ha intuido sus pies y ha llamado de inmediato a emergencias. La vecina llevaba, lo menos, cinco años muerta.
Sé que en esta España nuestra, hastiada de mociones de censura y de casos de corrupción en bucle, una muerte como la de Amparo no aspira a encabezar informativos, pero su historia me lleva a frenar en seco y a reflexionar sobre la vida que yo querría vivir. Nacemos y morimos solos, de acuerdo, pero qué crueldad cuando nadie nos llora en el trance final. Cuando después, nadie nos echa en falta. Lo siento mucho por esta mujer. Lo peor es que, en esta sociedad cada vez más individualista, vamos transitando en masa hacia el camino de la soledad extrema. Decía Cela que la muerte es dulce, pero su antesala es cruel. Te deseo que seas una persona muy querida hasta tu antesala cruel. Y me lo deseo a mí.
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