Opinión

Nunca, nunca te des por vencido

Pedro Sánchez cabalga sobre la ola del éxito inesperado. «Nunca, nunca te des por vencido», era la primera máxima de Winston Churchill, incluso en sus peores momentos. El nuevo presidente del Gobierno la sigue con maestría. Nicholas Nassim Taleb, uno de los gurús que profetizó la gran crisis y desarrolló la teoría del «impacto de lo altamente improbable», reservaría para Sánchez un lugar entre sus «cisnes negros», cuya existencia se consideraba imposible hasta que en 1697 se descubrió el primero en Australia. Improbable, pero posible.

La historia volvió a comenzar cuando Ana Pastor anunció el resultado de la moción de censura, dice un socialista que suena para ministro y que puede quedarse con la miel en los labios. «Hay una página en blanco, pendiente de escribir», añade todavía atónito. «Cuando tu estrella está alta, lo mejor es seguirla», decía Nixon. La comparación puede no ser amable por el personaje, pero ahora la estrella de Sánchez progresa hacia su cénit. Hace un par de meses, el nuevo presidente del Gobierno hacía una ronda entre empresarios y banqueros, Álvarez Pallete, presidente de Telefónica, y Ana Botín, presidenta del Santander, entre ellos. Nadie imaginaba que unas semanas más tarde llegaría a La Moncloa. Hoy, varios presidentes del Ibex celebran su éxito, sobre todo la desaparición del Gobierno de Álvaro Nadal. Todo mientras la propia Ana Botín aprecia riesgos de que «empeore la economía», sobre todo por el entorno europeo y sin que -al menos por ahora- tenga relación con el éxito del socialista.

Pedro Sánchez solo tiene 84 diputados, pero también un horizonte bastante despejado. Primero: puede nombrar el Gobierno que quiera, espere lo que espere Pablo Iglesias, que ha aprovechado el tsunami político para intentar que pase la galerna de su chalet en la sierra. Segundo: nadie le exige elecciones, excepto Albert Rivera, que es el otro damnificado del nuevo principio de la historia. El líder de Ciudadanos se veía a las puertas de la Moncloa y, ahora, tendrá que esperar otra oportunidad, si llega y recorrer un largo camino sembrado de minas. Tercero: Sánchez ni tan siquiera tiene que elaborar y sacar adelante unos Presupuestos. Rajoy le ha dejado el trabajo hecho y, con una ventaja. El líder del PSOE puede encogerse de hombros en una primera etapa y culpar a las cuentas del Estado heredadas. Queda la duda de si en el Senado los contados senadores socialistas votarán a favor o en contra. Su voto es inocuo, pero tiene un simbolismo.

El nuevo presidente del Gobierno, con solo 84 diputados fieles -no puede fiarse del resto hasta los 180 que votaron la moción de censura- tiene más margen del que parece. Solo con que el Gobierno -es decir, él mismo- levante el veto a una serie de proyectos de Ley, que ya aprobó una mayoría parlamentaria y que detuvo Rajoy por «interés nacional», podrá presumir de sacar adelante iniciativas. Y no son asuntos inocuos: ley mordaza, LOMCE, supresión de tasas judiciales o extensión de la sanidad. Puede ser suficiente para casi media legislatura porque, como apuntaría Alfredo Pérez Rucabalba «habrá que hacer más política y menos leyes».

El primer gran reto de Sánchez es el nombramiento de su Gobierno. Dará pistas sobre sus intenciones. Obviamente, habrá una vicepresidenta, pero la atención se centrará en su equipo económico y si es más o menos radical. En el debate de la moción de censura hizo evidentes guiños pro-europeos, tras los que se intuye el consejo de Jordi Sevilla. La asunción de los Presupuestos es algo más que una obligación. Los mercados, que ayer lo recibieron teñidos de verde, aguardan si la política económica la dirige Manuel Escudero o, por ejemplo, David Vegara, que estuvo con Solbes, y que sonaba como subgobernador del Banco de España sugerido por el PSOE y que él, o alguien con su perfil, transmitiría una cierta tranquilidad en Bruselas, Frankfurt -sede del Banco Central Europeo, en donde acaba de tomar posesión Luis de Guindos como vicepresidente- y Berlín, desde donde el Gobierno de Merkel ya ha felicitado al nuevo presidente. Ministros de la nueva generación de políticos, como el emergente eurodiputado socialista Jonás Fernández, e incluso independientes podrían dar la tónica de un Gobierno que también incluirá algún histórico.

Sánchez es consciente de que es casi imposible construir una mayoría en su contra. Eso le da tiempo y descarta elecciones antes de un año o año y medio, es decir, casi al final de la legislatura. También le permite y le obliga a afrontar el asunto de Cataluña. El documento propuesta elaborado por el Círculo de Economía que preside Juan José Bruguera y que sugiere un nuevo Estatut puede ser uno de sus puntos de partida. Espera contar, de alguna manera, con la colaboración del ala del PDeCAT que encabeza Marta Pascal. Cuestionada por Puigdemont, animó al PNV a votar contra Rajoy. El lendakari Urkullu no lo veía claro, pero no quiso broncas con el Euzkadi Buru Batzar, en donde Egibar estaba muy radical, y se sometió a la disciplina de partido. El PNV, no obstante, barajó la hipótesis de apoyar a otro presidente del PP que no fuera Rajoy, pero por ahora quedará para la historia si hubo una auténtica propuesta y cual hubiera sido su respuesta. Quizá muchos no quieran conocer la verdad y para Pedro Sánchez es irrelevante. El nuevo presidente tiene otras urgencias y, además, también tiene presente que es imposible afrontar los grandes asuntos pendientes de este país -Cataluña y las pensiones en primer lugar- sin contar con el PP y también con Ciudadanos, pero sobre todo con el PP, en donde no se prepara para la continuidad de Rajoy. No se aprecian demasiado, pero ambos son dos auténticos supervivientes, que ambos hasta ahora aplican a rajatabla la máxima churchilliana de que «nunca, nunca te des por vencido». Ya lo decía Cela, otro gallego ilustre: «En este país, el que resiste, gana». Y luego, como ahora, la historia vuelve a comenzar.