Opinión
Camarilla
«La camarilla» de Fernando VII fueron personas que influyeron decisivamente en el rey. En la gran cámara se celebraban los actos protocolarios, oficiales, del Estado, mientras la camarilla era un espacio de encuentros más informales. Fernando VII siguió la tradición regia de celebrar tertulias en la camarilla; pronto se empezó a ver rodeado de lo que se ha venido a describir como una fuerza organizada dedicada a la influencia política. El rey era muy manejable, carecía de carácter, y la camarilla maniobró con despiadada astucia para que tomase decisiones políticas importantes, llegando a destituir a los ministros sospechosos de ser liberales, y conduciendo al monarca hacia una senda política netamente retrógrada, lo que hizo mucho daño a España. La camarilla estaba formada por aduladores y garrapatas profesionales del poder, ansiosos de obtener prebendas y conservar privilegios.
Deseaban mantener a toda costa sus dispensas absolutistas y manipulaban al monarca hasta el punto en que, durante una época de mala salud, lo convencieron para derogar la Pragmática Sanción que permitía reinar a las mujeres (contra lo que ordenaba la Ley Sálica, que impedía que una mujer heredase el trono). Cuando se recuperó, revocó aquel documento, y su hija Isabel pudo ser proclamada reina, pero el hecho da la medida de hasta qué punto la camarilla fue implacable. Meapilas de relumbrón, esportilleros revenidos en cortesanos, criados chistosos, tiralevitas adulones oficiales, arribistas comisionistas al borde un ataque de nervios... la camarilla era el centro del poder, la oficina central de empleos y chanchullos varios. Servía para bunkerizar al rey y aislarlo de cualquier ascendiente de decencia, modernidad o sensatez que pretendiera acercarse a él desde fuera. El concepto de «camarilla» es tan atinado y exacto que, hoy, se sigue usando. Quizás incluso sirva para describir lo que ha ocurrido con Rajoy en sus años de gobierno. La impresión es que haya estado subyugado por una camarilla que libraba una cruenta guerra intestina entre al menos dos bandos, y que ha esgrimido el poder a la rancia manera de los privilegiados reaccionarios de Fernando VII. Una facción, quizás, le impidió dimitir para que la otra no se coronara «reina por un día». Mientras Rajoy en sus últimas horas escenificaba el patético drama histórico de todas las camarillas, ya sin metáfora alguna.
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