Opinión

El mundo al revés, envidia y morbo

Tremendo. Fue tremendo y lo será durante algún tiempo. La nueva ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tuvo que apechugar ayer con el trago, agridulce porque no llega a amargo, de defender en el Senado la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado elaborados por su predecesor, Cristóbal Montoro, y contra los que hace apenas dos semanas votó en contra el PSOE en el Congreso. Montero, que tiene oficio tras años al lado de Susana Díaz, aunque nunca fue de sus íntimas, apeló a «la estabilidad del país», y no le falta razón. Al mismo tiempo, el PP, ahora dolido, burlado y en la oposición, pone peros –muy matizados, faltaría más– a lo que hasta hace nada le parecía tan perfecto como urgente de tramitar. Todo se complica todavía más, porque los Presupuestos alumbrados por Montoro son expansivos –alegres en el gasto–, en tiempos preelectorales y, por caprichos del destino, digan lo que digan Pedro Sánchez y su equipo, son una bendición para el nuevo Gobierno. Puede culpar al PP de lo que no le guste, atrincherarse en que son los únicos posibles de aprobar para lo que le interese y, por último, beneficiarse de la relajación del gasto. Todo ello prácticamente sin ningún coste. Incluso las cesiones a los nacionalistas son un asunto de Rajoy. Casi el mejor de los mundos, sobre todo, porque además serán los últimos Presupuestos que se aprueben antes de las próximas elecciones. El PSOE carece de mayoría y de apoyos para sacar adelante los de 2019, lo que significa que los que ahora se aprobarán en el Senado serán prorrogados el próximo año con toda probabilidad.

Arthur Shopenhauer, como recuerda el recién desaparecido Jorge Wagensberg en sus aforismos sobre la duda, defendía que la envidia –el dolor por el placer ajeno– es más comprensible que el morbo –el placer por el dolor ajeno–. Hay mucho de envidia y morbo en la tramitación final, con Sánchez en la Moncloa, de los Presupuestos paridos por Rajoy y Montoro para resistir en el poder hasta 2020, gracias al acrisolado principio, enunciado por otro gallego ilustre, Pío Cabanillas Gallas, que afirma que, «a menudo, lo más urgente es esperar». Es, por eso, un ejemplo paradigmático de un mundo al revés, a mitad de camino entre el esperpento de Valle Inclán –gallego– y el surrealismo de Dalí –catalán–, ejemplos utilizados por los senadores en el debate presupuestario en la Cámara Alta. Hay también algo de la «pre-verdad», de la que habla Iván Redondo, el estratega de Sánchez, identificada con quienes no se preocupan por el porqué de las cosas y menosprecian a sus adversarios. Nace un nuevo mundo, todavía al revés, sin que haya desaparecido el anterior. Envidia y morbo. Tremento.