Opinión
No me lo mejores, iguálamelo
Puestos a citar, en esta columna de barra de bar prefiero citar al Fumi de Morata, ese personaje de José Mota tan surrealista como español: «No te pido que me lo mejores, iguálamelo». Pues eso, que este inicio de Mundial tan de culebrón es difícil que termine peor de lo que ha empezado.
Hemos puesto el listón tan bajo, tan rastrero, que a poco que hagamos, con que no corra la sangre, nos volveremos satisfechos a casa y a esperar otros cuatro años.
Y no digo yo que el culebrón Florentino-Lopetegui-Rubiales no sea una estrategia de márketing para desviar la atención de lo importante y despistar a los rivales.
Sin lugar a dudas, hemos dejado al resto del mundo descolocado. Ya nadie habla ni del «tiquitaca», ni de la falta de gol, ni de si hay que jugar con un «9» o no. Hemos olvidado incluso los dos últimos partidos amistosos de España, soporíferos hasta decir basta y que no ofrecían demasiadas esperanzas de que nuestro paso por el Mundial de Rusia fuese a ser largo.
Ahora sólo hace falta que Hierro, que conoce a la Selección a la perfección pero nunca la ha dirigido, sea capaz de sacar lo mejor de un equipo en plena transición. La consolidación de jugadores como Isco, Asensio, Nacho Carvajal, Koke o De Gea es un motivo de alegría, pero las «viejas glorias», Ramos, Iniesta, Piqué o Silva, aún no se pueden ir porque en la mayoría de los casos no hay recambios con la misma solvencia.
El debate está servido. La abrupta decisión de Rubiales de echar a Lopetegui pese a la negativa del banquillo, que quería su continuidad, puede ser su tumba como presidente de la RFEF, pero también su trampolín. Desde luego, se la ha jugado a todo o nada.
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