Opinión

Rajoy elige silencio

«Se abre el telón y aparece Mariano Rajoy; suena de fondo Nina Simone. ¿Cómo se llama la película? It’s a new day, it’s a new life, and I feel good!». No imagino banda sonora ni título más adecuado para estos primeros días del ex presidente del Gobierno, ahora convertido en apacible registrador de provincias, residente en Santa Pola.

Visualizo a don Mariano tarareándola mentalmente mientras se acerca, ufano, a su nuevo despacho, vigilado aún por decenas de reporteros gráficos. Sabe que irá, poco a poco, vaciándose su mochila mediática.

Camina hoy por un sendero que es preludio de la jubilación, vete a saber si en su Galicia natal (tiene ahora 63 años, le quedarían siete para retirarse). Su expresión relajada de esta semana contrasta con los nervios y la incertidumbre visibles en el seno de su partido. Se huele el hambre de poder, se palpan las lanzas oscuras y afiladas bajo el foco y quedan también al descubierto las heridas que le dejó, a cada candidato, la maldita corrupción. Esta batalla inédita por la presidencia del Partido Popular, este intento de atraer el favor de los afiliados se encarna en siete personas, de las cuales solo tres cuentan con verdaderas posibilidades de pensar en grande: Casado y las dos damas, o viceversa. ¿Quién conseguirá el favor de la mayoría? No me atrevo a predecirlo.

El candidato Casado implica renovación generacional pero, ojo, de los tres favoritos solo él puede llegar a ser investigado en breve por su máster. Y este partido, desde luego, no puede permitirse semejante mancha tras la sentencia de Gürtel.

La historia del Partido Popular y, en general, de la política nacional en democracia, dan para una serie de premio, con varias temporadas. ¿Cómo acabará? Ni siquiera Rajoy se lo plantea. No le interesa quién vendrá tras su estela, lo explica y le creo. Su nueva vida y cómo se va adaptando a ella me generan curiosidad: ¿Cómo transcurren sus noches en ese hotel de Santa Pola? ¿Cómo lleva el cambio de oficina?¿Su familia se mudará con él a la costa? ¿Seguirá mensajeándose con Merkel? ¿Quién le llama, quién no? Desde luego, esta vez sí disfrutará del Mundial.

Rajoy se aleja en silencio hacia el anonimato como el sol, cuando se pone. Y ese modo tan elegante de desaparecer le engrandece.