Opinión
Las Campos, sin vacaciones por la vuelta del «reality»
Parece increíble. No entiendo cómo hemos pasado casi un mes sin que las Campos ocupen portadas. Pero dentro de poco parece que quedará superada tal anomalía, pues volvemos al ritmo habitual y el país respira tranquilo tras el relativo descanso, prólogo a las vacaciones estivales que tendrán un retraso para la madre y sus dos hijas. Me lo confirma la misma María Teresa: «Todavía no sé dónde iremos ni qué haremos porque en agosto la cadena proyecta emitir los tres últimos episodios de la serie que, acabados, quedaban por difundir. Tendremos que estar en los debates, de ahí la contrariedad de no poder organizarnos ni planificar viajes. Edmundo se marcha estos días a bautizar a su nieto y no hay forma de concretar ni adelantar planes», me dice, encantada de que recuperen esas emtregas como remate al «repaso» que le dieron a ella, a Terelu y a Carmen.
Calma chicha en la familia, dispuesta a reemprender el de aquí para allá. No deja de resultar reconfortante esta continuación tras ciertas críticas a lo contado por ellas mismas. Estaban en su derecho y hablaron sin pelos en la lengua, con el aliciente inédito de ver a Carmen Borrego, que no empequeñeció la expectación que siempre provoca el ya clan. La hermana pequeña estuvo a la altura de lo que se esperaba y actualmente actúa como sorprendente tertuliana ocasional de gran atractivo y contundencia.
La pandilla de Málaga
Puestas a imaginar posibles destinos evasores, Terelu tiene claro pasar sus habituales 15 días en Málaga, donde tiene una panda de toda la vida. Aprovecha el verano para recuperarla, fomentando lazos y recuerdos entrañables. Como no hay, que se sepa, romance a la vista, busca el refugio en las amigas de siempre.
Carmen lo tiene más claro, con su marido e hijos, mientras Teresa resolverá en el último momento consensuando con Edmundo, el siempre admirado Bigote. Comparten ideas, proyectos, criterios y también el día a día, que ya va para cuatro años. Curioso en quienes al principio nos parecían increíbles y generaban poco futuro al alimón. Todos nos equivocamos. El tiempo y los hechos les han dado la razón. Supongo que no habrá sido fácil para ninguno de los dos con vidas tan dispares y montadas. Se arriesgaron y les ha salido de maravilla.
Teresa acaba de cumplir hace pocos días 77 años y el aniversario no fue celebrado pomposamente como en otras ocasiones. Ella siempre pospone el festejo, que cada vez es mas multitudinario: «Igual lo dejo para después del verano. Ahora todo el mundo está pendiente de marcharse. Mediados de septiembre, acaso, resulte más adecuado», dice sin agobios.
Marbella siempre es un recurso muy a mano para quien, como ella, detesta subirse a un avión. Frecuentemente viaja conduciendo su coche, actividad que la descansa y distrae. Edmundo también disfruta al volante. Y La Chunga pintando sus representativos cuadros, ahora colgados en una nueva e impactante exposición. Pasman en una de las más prestigiosas galerías de la madrileña calle Reina, con precios que oscilan entre 300 y 1.000 euros, depende del tamaño. Encandila su aparente ingenuidad en un trabajo minucioso y detallista lleno de color. Sus pinturas naïf causaron en su día admiración a Picasso cuando en uno de sus viajes la gitana se las mostró en Nueva York.
«Entonces desfilaba como mo-
delo a 15 pesetas la hora. Lo realmente mío fue el baile, que ya no puedo realizar por problemas de salud. Ahora me ahogo si lo hago. Pero noto su falta», me cuenta La Chunga. ¿Por eso busca en la pintura una salida que la mantenga activa? «Sí, no sigo un programa. De repente me entran ganas de pintar y me siento ahí», cuenta mientras me señala una alargada mesa de una pequeña y estrecha habitación de su espacioso piso, un tercero en las alturas del Barrio de Salamanca. Cuesta entender que ahí pueda moverse cómodamente, crear, idear esa recreación pictórica tan colorista. Enfundada en un traje «muy de Chunga», con lunares y enormes rosas rojas., parece salida de uno de sus cuadros. Dominando el estampado, ojea la obra de la que se siente satisfecha: «No me agobio con la pintura, otra cosa más traumatizante era la danza, terminaba agotada, sobre todo, porque bailaba descalza. Ahora tengo muy resentidas las plantas de los pies y no puedo dar un paso si no llevo zapatos».
La presentación de la exposición no tuvo mucho famoseo porque coincidió con un partido de España, pero contó con la fidelidad añeja de Encarnita Polo, aún en forma para darle al «Paco, Paco, Paco...», y con el curioseo profesional de la fotógrafa Silvia Poliakov. No contaban con el partido y programaron yendo a lo suyo, mientras, a la misma hora, Sandra Gago, en una terraza veraniega, se ponía de largo como discreta nueva pareja de Feliciano López, uno de nuestros famosos mas inconstantes y frágiles en el amor.
«Quiero acabar con su fama de rompecorazones. Estoy muy feliz con él. Es sincero, natural y sencillo», dijo del tenista esta guapísima estudiante de Periodismo de 22 años. Veremos cuánto duran y quién sale tarifando. Su baile oscilante y cambiante nada tiene que ver con la limpia y comunicadora estética tan étnica y recreadora de esencia de La Chunga.