Opinión

Ruina en inglés

Adolfo Suárez no hablaba idiomas. Leopoldo Calvo-Sotelo era políglota y notable pianista, pero no tuvo tiempo para demostrarlo. Felipe González chapurreaba el francés, pero en inglés no pasó de «my tailor is rich». Aznar dio clases aceleradas de inglés para explicarle a Bush en Quintos de Mora las diferencias entre un venado y un gamo, diferencias que Bush conocía perfectamente. Rajoy tampoco hablaba la lengua de la política y la diplomacia, y Pedro Sánchez, al fin, perora un inglés más que correcto.

Carlos Herrera salvó del anonimato al genial poeta sevillano Jóse Antonio Garmendia, bohemio, químico y campeón de España de atletismo. «To be or not to be/ that is the question./ De papas con tomate/ ¡Cómo me he puestion!». En sus memorias de «La Taberna del Traga», por cuyas páginas pasan los personales más variopintos y geniales de Sevilla, nos habla de un palmero flamenco «Brillantinas», que se murió en inglés. Reveses de la vida. Su grupo flamenco fue contratado para animar una fiesta en Jerez, y de madrugada, de vuelta hacia Sevilla, la furgoneta que los devolvía al Guadalquivir se topó con un árbol. Todos ilesos menos «Brillantinas», que recibió un fuerte y fatal golpe en la cabeza. En el centro médico más cercano al accidente, «Brillantinas» se apagaba, y un compañero del cuadro flamenco le preguntó: -«Brillantinas», ¿quieres que un sacerdote te ponga los aceites de la extremaunción?-; - «Brillantinas» que era muy devoto, abrió los ojos, dijo «yes», y falleció. Pasó a la historia como el primer flamenco que se murió en inglés.

Esto de los idiomas es complicado. Mi querida parienta, prima de mi padre, María Antonia Urquijo, casada con Fernando Primo de Rivera, creía dominar el francés. Cruzada la frontera de Irún, camino de Biarritz, su coche experimentó el pinchazo de una rueda. No llevaba la de repuesto, y tranquilizó al conductor: -No se preocupe, que hablo francés y alguien nos llevará hasta Biarritz-. Con el método del «auto-stop» detuvo a un camión. «Bon soir, je suis espagnole, y comme vous púed aprecier, mon voiture ha pinché. ¿Vous croyez que mon chauffair et moi cabrons dans la cabine?». Y el camionero, que era español, respondió: «Oui madame, enchanté. Nous cojons». Como ella decía: «Pasar a Francia sin saber francés es una temeridad».

Con Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno tenemos, al fin, un Presidente que habla correctamente y con notable acento el inglés. Ha viajado a Bruselas y se ha entendido perfectamente. Del viaje, sólo me ha preocupado su obsesión por ser retratado en el avión presidencial con gafas de sol. Despacha con gafas de sol, como Julio Iglesias cuando vuela en su «jet» desde Miami a Málaga. Lo que los oftalmólogos conocen como «la vista cansada del éxito» y el pueblo llano «un hortera en un avión». Llegó a Bruselas sin novedad y habló en inglés con Macron y Merkel sin precisar de intérprete, lo cual demuestra un avance cualitativo de importancia.

Dicen que se está excediendo en el gasto público, que se va exceder más aún y que la nómina de asesores aumentará considerablemente. Resultan sospechosas esas reuniones que mantiene –en español–, con Pablo Iglesias, que desea crear una sociedad estatal de exportación de marihuana. Podría denominarse «Marihuana La Navata», pero no está del todo decidido.

De lo que no cabe atisbo de duda es que si los planes económicos de Sánchez se cumplen escrupulosamente, va a destrozar la mejor herencia de los Gobiernos de Rajoy, es decir, la economía. Esa es la parte negativa del asunto, y mucho me temo que la vamos a padecer todos los españoles. El aspecto positivo será que, al igual que «Brillantinas» España quebrará en inglés. Una ruina en inglés es menos impactante que una ruina en español, que así han sido hasta la fecha todas las ruinas con el socialismo en el poder. La experiencia, no del todo deseable, será al menos más original.