Opinión
El acertijo de Nadia Calviño
Nadia Calviño (La Coruña, 1968), ministra de Economía, fue recibida con un aplauso inicial por los influyentes que algo tienen que decir en la economía española, aunque lo que de verdad les preocupen sean sus asuntos. Cristóbal Montoro, que tiene buen corazón y sensibilidad socialdemócrata, nunca logró ser mínimamente popular. No lo perseguía, pero le hubiera encantado. Quizá olvidó que, salvo anomalías históricas, los ministros de Hacienda y de Interior, casi siempre deben asumir el papel impopular de chivos expiatorios.
Nadia Calviño es, en teoría, la máxima responsable de la economía española. Preside la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, que es donde se ventila la política económica del Gobierno, y tiene la ventaja de que el fisco, siempre la cara más antipática, es responsabilidad de María Jesús Montero, que ha tenido que tragarse el sapo de aplaudir cómo se aprobaba el Presupuesto parido por Montoro.
La ministra de Economía, con casi todo a su favor, cuenta además con el apoyo inicial de las autoridades de la Unión Europea. Ha sido directora general de Presupuestos en Bruselas y no solo conoce perfectamente la asignatura, sino que tiene buen cartel. Nadie discute que es una persona idónea para estar al frente de la economía española, lo que no impide que, en Bruselas y también en España, existan dudas –escepticismo para algunos– sobre su verdadera capacidad de maniobra.
Nadia Calviño es una europeísta firme, cree en la perversidad de los déficits excesivos y de la deuda pública fuera de control, como la italiana y la española si no se pone remedio. La duda surge a la hora de discernir si tendrá verdadera capacidad política –que es la que importa– para imponer las grandes líneas de la política económica –déficit, deuda y, en definitiva, gasto– o si deberá plegarse y asumir lo más conveniente para un Gobierno en el que, desde fuera, es obvio que alguien como Pablo Iglesias intenta ejercer como una especie de vicepresidente, cuasi plenipotenciario. Churchill, en 1939, dijo aquello de que «Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma, pero quizá tenga una clave. La clave es el interés general de Rusia». Nadia Calviño, ahora mismo, con casi todo a favor, es también «un acertijo». Nadie duda de ella, pero sí es una incógnita su margen de actuación y cuál sea la última clave de su gestión. El tiempo, como siempre, dictará sentencia. Un acertijo.
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