Opinión
Atenuantes
No sé quién se inventaría el concepto de atenuante que recoge nuestro Código Penal –un político, seguro, o quizá un juez con traje de asesor legal en un ataque de ego sobrevenido al que tan acostumbrados nos tienen– pero habría que pensar en suprimirlo por absurdo, innecesario y por resultar absurdamente benévolo, beneficioso y proclive al escaqueo de quien delinque. Puede que hace años, décadas, tuviera un pase, pero hoy en día es un salvoconducto al escaqueo penal de quien comete un delito. No sé por qué a un ladrón o ladrona, a un violador o violadora, a un asesino o asesina, a un acosador o acosadora (esto de utilizar la semántica para visibilizar la igualdad de género, se está haciendo muy largo , y a ratos, hasta tedioso; con lo sencillo que sería utilizar el género neutro que para algo lo tenemos), se le disculpa y hasta exime de una responsabilidad mayor por ir borracho o drogado.
Debería ser al contrario. Que el asesino de un niño o el violador de una mujer , por poner dos ejemplos, vea reducida su condena por su adicción al alcohol o a las drogas, por un arrebato u obcecación mental, o por un estado pasional semejante, tal y como especifica la ley, es para hacérselo mirar. Pero eso no lo quiere mirar nadie, están demasiado ocupados en sus cosas que hace mucho que no son las nuestras. Estos atenuantes mutados en vacuos beneficios deberían desaparecer o ser acotados de alguna manera porque, en manos de un abogado espabilado, son oro puro para que el delincuente se vaya de rositas y , además, riéndose de la víctima, de la justicia y del sistema.
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