Opinión

Perder

Atribuimos al «fracaso» poderes negativos, impulsos de derrumbe, potencia de... flaqueza. Pero también lo ensalzamos como un auténtico logro. En deporte, muchos perdedores cuentan con la simpatía mayoritaria del público. En historia militar, ocurre igual. Y en el cine, la literatura, la vida... Hay toda una mitología del fracaso, que lo homologa con el éxito. Ambos son caras de una sola moneda, forman parte del mismo valor. Éxito y fracaso van siempre juntos, son indisolubles. A veces, las cosas son un éxito o un fracaso dependiendo de cómo se miren. Como si decidiera el azar que la moneda caiga de una cara o la otra. En inglés se llama «loser» al perdedor; la expresión tiene una connotación peyorativa que, en español, no existe con la misma contundencia. El «loser» americano es visto con desprecio: pertenece a una casta de intocables sociales, de esos que terminan sus días en soledad, con problemas de sobrepeso, emborrachándose en Las Vegas... Mientras que en nuestra cultura lingüística, y por lo tanto mental, al perdedor se le otorga el primer premio en la categoría de «digno de compasión», lo cual lo redime acto seguido. Y es que no hay nada que nos guste más que alardear de humanidad piadosa.

Supongo que, debido a la religión, que ha sembrado la misericordia como si fuese un fruto, creando un humus de clemencia histórica que hace que la sociedad (agnóstica, e incluso furiosamente atea o anticlerical) mire con lástima y sensiblería al fracasado. En los EE UU cuando se acosa a un chaval en el colegio, el primer insulto que se le espeta es «¡loser!», perdedor. La herencia religiosa protestante –o sea: laboriosa– funciona allí de la misma manera en que lo hace aquí la católica. Lo que subyace en el insulto es la idea de que quien pierde no ha trabajado lo bastante para ganar. De que merece el fracaso. Cuando, en los países de cultura católica, el perdedor es un pobre más, al que hay que rescatar, y por tanto defender y proteger. Leo las noticias sobre los resultados de las primarias del PP para elegir un líder... y me digo que quizás, en este caso, los perdedores tengan la clave que decida la victoria. (Sí: el éxito puede ser una moneda al aire).