
Opinión
Vetos
Me ha costado mucho entender la mecánica de los «vetos». Oía aquello de «no puedo aspirar al trabajo tal porque estoy vetado por cual»... y no podía creérmelo. «Venga ya», me decía yo, «nadie es tan importante como para estar vetado, y por otra parte tampoco nadie tiene tanto poder en ningún sitio como para conseguir que su veto sea eficaz durante demasiado tiempo. Es posible que, quien veta, intente que su restricción dure, pero al final esas cosas tan nocivas tienen que reventar solas por algún lado, y los vetos caerán en el olvido por su propio peso. La negatividad no perdura...». Me equivocaba. Por supuesto. Vetar es un acto de poder político. En origen, vetar significaba, en las altas esferas, tener la capacidad de prohibir. Un derecho otorgado a algunos políticos que legalmente recibían la potestad de frenar o limitar ciertos puntos sensibles de la legislación de sus países.
El veto tiene, pues, un carácter de poder ilimitado, iluminado casi. En nuestro país, y supongo que en muchos otros, el veto se emplea pródigamente no solo en lo que concierne a los asuntos de la vida pública o donde tiene influencia el poder político (o sea: en todos y cada uno de los aspectos de la existencia de los ciudadanos), sino también en la empresa y la vida privadas. De hecho, una no es nadie si no está vetada por alguien. En España persiste esa insensata y antieconómica costumbre, que obstruye el normal funcionamiento de las instituciones, los mercados, organismos..., y que incrusta una serie de duros tapones, estorbos y frenos que hacen, a la postre, que el país se atasque, tenga el motor gripado, y no rinda a máxima potencia. Cualquier Mengánez con mando en su pequeña plaza, oye un día que Fulánez ha dicho esto o lo otro sobre él y –aunque sea mentira– impedirá que Fulánez acceda al cortijo donde él gobierna. Ya puede Fulánez ser un santo, premio Nobel en lo suyo: se encontrará con el eterno veto de Mengánez. Un talento se desperdiciará, la sociedad no podrá aprovecharlo. Porque los vetos se heredan, como el patrimonio y el ADN. A mí costaba comprender el asunto de los vetos, pero al final, por cosas de la vida, lo he acabado entendiendo. Perfectamente.
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