Opinión

Generosidad en la derrota en el PP

Pablo Casado es el nuevo y joven líder del PP. Atesora la legitimidad, inédita hasta ahora en ese partido, de ser el primer jefe de los populares elegido en unas primarias, con el voto directo de militantes y compromisarios. No le debe nada a nadie, ni tampoco ha sido designado por nadie. Por eso, tiene más poder y libertad que cualquiera de sus predecesores. Ha triunfado ante una rival digna como Soraya Sáenz de Santamaría, tras vencer en un proceso ideado en su momento para aclamar a Mariano Rajoy. El procedimiento tenía puntos débiles, pero fue el elegido y aceptado por todos y la primera urna, la de los militantes, solo era una primera vuelta de la que –según las reglas– salían dos aspirantes, salvo que uno obtuviera una mayoría abrumadora. Por lo tanto, no hay ningún pero a la victoria de Casado. Tampoco, como le espetarán sus adversarios de otros partidos, nadie le podrá señalar como cabeza de una coalición de perdedores. Había unas reglas. Superó el primer corte y luego ganó. Impecable y democrático.

El día después del PP empezó cuando Pablo Casado fue proclamado presidente del partido. Su gran reto es ganar las elecciones y llegar a la Moncloa, y su ambición es ocupar todo el espacio a la derecha del PSOE. Eso significa dos cosas. La primera, mantener la unidad –y en buena armonía del partido– y la segunda, recuperar los votos perdidos, sobre todo en la orilla de Ciudadanos. No hay nada imposible, ni tan siquiera una convergencia entre los partidos que lideran Casado y Rivera. El centro derecha difícilmente volverá a gobernar en España si no acude unido a las urnas y los jefes del PP y de Ciudadanos lo saben.

La tradición teórica de los partidos reza que el vencedor debe ser generoso con los derrotados. Casado lo será con Santamaría y los suyos. Sin embargo, la inversión de la carga de la prueba recae sobre la ex-vicepresidenta. Son ella y su equipo quienes deben aceptar con generosidad que el vencedor es su rival y despejarle el futuro. Todo lo demás sería poner palos en las ruedas del PP. Santamaría puede seguir en política o aceptar alguna oferta que ya tiene del sector privado. Podría esperar otra oportunidad, aunque en política no suelen darse, pero sobre todo debe facilitar, con generosidad en la derrota, la labor de Casado que, como el poeta Hölderling, supo que «allí donde anida el peligro crece también la salvación». ¡El PP tiene un líder!