Opinión
¿Juana Rivas, única culpable?
La administración de justicia ha hablado y a Juana Rivas, material informativo durante meses, le ha caído una condena de cinco años de prisión a la que va unida la pérdida de la patria potestad por un período de otros seis. Sin perjuicio de esperar a que la sentencia se convierta en firme algún día, hay que señalar que su contenido es de una maciza solidez. En sus páginas quedan de manifiesto una tristísima historia entretejida con la manipulación de la legalidad aprovechando la ya de por si nauseabunda legislación de género vigente, la impunidad para arrastrar por el fango la imagen y la vida privada de cualquier varón heterosexual, la colaboración que en esas acciones prestan instancias oficiales que se pagan con el dinero arrancado de los bolsillos de los contribuyentes y el papel bochornoso de periodistas que, en lugar de intentar dilucidar la verdad e informar con rigor, se han convertido en meras correas de transmisión de la ideología de género. La realidad descrita por la sentencia resulta escalofriante. Es la de una sociedad que permite, alienta y promueve el linchamiento de inocentes porque así lo ha dispuesto una inquisición de género que se mantiene, fundamentalmente, de los presupuestos públicos. De aceptarse los términos de la sentencia –e insisto en que su literalidad es de una puntillosa contundencia–, no cabe la menor duda de que Juana Rivas es culpable de acciones que no pueden resultar impunes en una sociedad civilizada. Sin embargo, a la vez, le queda a uno un pésimo regusto en la boca, el de que los verdaderos culpables de este caso se van a ir de rositas. Aquellas personas que decidieron convertir a Juana en un icono de la guerra de sexos, acompañándola a ruedas de prensa que causaban vergüenza ajena al instar a despreciar la legalidad; aquellas que le aconsejaron incurrir en conductas de fraude de ley; aquellas que organizaron manifestaciones y algaradas para convertir en heroína a quien había decidido triturar mediáticamente a un hombre inocente; aquellas que la asesoraron para desobedecer las órdenes judiciales y aquellas que utilizaron sus puestos en las radios y las televisiones para impulsar una cadena de violaciones de la legalidad no son menos culpables que Juana Rivas. Sin embargo, es inverosímil que cualquiera de ellas rinda jamás cuentas. Ese muñeco roto llamado Juana Rivas pagará a solas los platos rotos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar