Opinión
Pablo Casado y Alfonso Guerra
Pablo Casado ha tomado con firmeza las riendas del PP. El intento de Soraya Sáenz de Santamaría de reclamar el 43% de los puestos quedará como una excentricidad, solo explicable por la decepción de una derrota más esperada de lo que pudiera parecer. José Luis Ayllón, uno de sus más cercanos y encargado de la contabilidad de los apoyos, confesó a un amigo la antevíspera del Congreso del PP que no tenían nada clara la victoria, como –obligatoriamente– presumían. Ahora, el sorayismo, reducido a su núcleo duro –Fátima Báñez, Cristóbal Montoro, Álvaro Nadal, María Pico, el propio Ayllón y no muchos más, porque la derrota es huérfana– rumiará su futuro en agosto. Septiembre y el nuevo curso político serán otro mundo. Todos son incompatibles durante dos años, pero cobijados en el grupo parlamentario del PP pasan pronto y contaban con eso. Ayllón y Pico, por ejemplo, ya oteaban otros horizontes antes de la catarsis. Santamaría quizá sueña con otra oportunidad, pero en política el tren casi nunca pasa dos veces y ella tendrá –tiene– ofertas, de la banca y fuera de la banca. Sin embargo, no pudo evitar, sin calibrar los efectos de imagen, pedirle a Casado lo que sabía que no le podía dar.
Pablo Casado, por supuesto, ha formado el equipo que ha querido. Con guiños hacia todos, pero sin deudas ni complejos. Aznar, cuando alcanzó el liderazgo del PP, se encontró con diez vicepresidentes. Les dio las gracias a y suprimió los puestos. Aquel día, quedó claro quien mandaba en el PP. El jueves, en Barcelona, todo fue diáfano. En el PP manda Pablo Casado. El tiempo dirá si tiene éxito o no, pero ejercerá el poder y, si las urnas le sonríen, será indiscutible. Mejor dicho, ya lo es, salvo batacazo electoral, que tampoco se espera, sino lo contrario, una cierta remontada. Casado ha elegido a Teodoro García Egea como número dos. Tiene 33 años y sorprende a algunos por su juventud. Hay precedentes. Alberto Ruíz Gallardón fue secretario general de Alianza Popular con 28 años. García Egea, pupilo inicial de Martínez Pujalte, será el «Alfonso Guerra de Casado», augura un liberal que conoce bien a ambos y a quien escucha el jefe del PP. Guerra, durante años, hizo del PSOE una eficaz maquinaria electoral y fue tan respetado como temido. Otro andaluz, Javier Arenas, tendrá más difícil jugar a Fouché. Son otros tiempos, los de la generación de los 80 en el PP, un partido que, a diferencia de otros, Casado y García Egea conocen muy bien y eso les da ventaja.
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