Opinión

Los hilos del prófugo

Las cosas como son. Vamos para diez meses desde que Carles Puigdemont se convirtiera en prófugo de nuestra justicia y lejos de acabar en el rincón del olvido mediático y político, no solo se mantiene en primera línea de atención, sino que –y tal vez sea esto lo más preocupante– ha incrementado de manera considerable su capacidad de influencia y de presión sobre el bloque independentista y más allá, sobre el propio gobierno de un Pedro Sánchez al que no se para de recordar que está en la Moncloa gracias al apoyo de unos escaños que obedecían las órdenes del ex president fugado. Puigdemont puede pasarse veinte años sin pisar territorio español y consiguientemente catalán por mucho que se empeñe en no aceptar esto último, una vez que el juez Llarena renunciase a la euroorden y tal vez llegue el día en el que efectivamente acabe como aquel ridículo presidente de la república imaginaria de Libertonia que repartía tarjetas a quien le prestaba atención en la película «Sopa de ganso» de los Marx, pero siendo consecuentes con la realidad actual, esa situación a día de hoy ni se ha producido, ni tiene visos de darse al menos a corto plazo. El fugado ex jefe del gobierno de la Generalitat, 276 días después de su fuga mueve los hilos por control remoto desde su palacete de Bruselas, bien para poner patas arriba el PdCat arrollando en su último congreso a Marta Pascal y a cualquier atisbo de vuelta al autonomismo o bien para tratar de marcar la pauta de la política nacional desde los escaños del grupo parlamentario en la carrera de San Jerónimo y con un presidente «títere» en la figura de Torra que interpreta al milímetro las partituras llegadas desde el «exilio» belga. Puigdemont tiene en su mano y mal que pese a los socios de conveniencia de ERC la activación a distancia del botón electoral en Cataluña en cuanto se cumpla el año desde la pasada convocatoria –apuntemos la fecha del próximo 23 de diciembre– pero antes, ya prepara el terreno con lo más parecido a una «oferta de integración» a quienes dentro del partido del encarcelado Oriol Junqueras estén por la labor de avanzar hacia el órdago definitivo al estado en pos de la República independiente, para lo que se cuenta con la inestimable colaboración de una «ANC» entregada en cuerpo y alma a la causa. La obsesión por el adelanto electoral en Cataluña del prófugo de nuestra justicia –y puede que primera piedra de toque en Europa para el fin de la euroorden– solo puede corresponderse con una motivación puramente histriónica y personal por parte de alguien sabedor de que la estabilidad políticas en Cataluña, una legislatura larga y una etapa de distensión con el gobierno central le acaba abocando al olvido. Puigdemont necesita poner en marcha su programado engendro vía «crida nacional de la república» porque solo pedaleando mantendrá en pie la bicicleta, tal vez por eso la paciencia de ERC haya llegado al límite y lo que tan solo hace unos días eran mutuas acusaciones de mentirosos, ya se presume como una guerra inmisericorde entre socios secesionistas. Eso sí, unos en la cárcel dados a la oración y otros moviendo hilos desde Waterloo.