Opinión

Comandante Sánchez

Soy aerófoba, qué contrariedad. En días como éstos sueño con cruzar océanos y, tras barajar varias alternativas surrealistas, acabo saltando a la piscina con el corazón encogido. Minutos antes de despegar, lo mismo que algún torero, telefoneo a mis seres queridos para decirles cuánto les quiero, que no me olviden, que cuiden de mi hijo, una nunca sabe qué pasará en unos minutos. Ellos, mis víctimas colaterales, tienen ya preparada la artillería positiva. «¡Todo irá bien!», insisten las voces de mi conciencia. A la circunstancia estresante de las alturas añádele los problemas últimos con el taxi inexistente o con las huelgas aeroportuarias previas al viaje.

Yo puedo, yo soy capaz, eso repito mentalmente, cual mantra, en los 15 primeros minutos del despegue y del aterrizaje. Una vez ahí arriba no queda otra que abandonarse. Cada turbulencia me conduce en el tiempo a las contracciones del parto, se trata de practicar entretanto la respiración diafragmática con los ojos cerrados. Evoco las peores etapas del Camino de Santiago, esas cuestas empinadas que parecían interminables... Si de aquello salí, de este trance también. Los trucos clásicos hacen aguas alguna vez. Al mínimo bote violento del aparato me agarro súbitamente al brazo del compañero o compañera de asiento. Así he conocido a magníficas personas. Consuelo Silveira, me acuerdo de ti. Y de ti, ingeniera aeronáutica que te esmeraste en explicarme con cifras y porcentajes las posibilidades remotas de morir en este medio de transporte. Y de ti también, que cada semana enlazas puentes aéreos.

A Pedro Sánchez no le asusta volar, a los hechos me remito. Nuestro presidente viaja en Falcon para ir aquí al lado, vuela en otra liga, le sacudirán otras angustias. Se lanza a pactar con quien sea, pretende surcar los cielos tan alto como pueda el mayor tiempo posible, quizá por encima de sus posibilidades. Claro que también a él le calman los suyos, el CIS confirma que el Gobierno va de cine, el PSOE subraya en un vídeo institucional que, en solo 60 días, ha transformado para bien el país. ¿Asistimos a un renacer del diálogo con el Gobierno catalán? Eso nos comunica el comandante Sánchez desde las alturas, al hacer balance de su gestión. Afortunado él, que no parece sufrir siquiera vértigo. ¿Llevará paracaídas para todos nosotros?