Opinión

Begoña Gómez en el menú

Decía Enrique Tierno Galván que el bolsillo de un gobernante debe ser de cristal. Qué importante la integridad de quienes nos gestionan la vida. Les damos ese mando tan relevante porque pensamos que atenderán las necesidades de su país, tendrán una visión clara de cómo mejorarlo, desarrollarán capacidad para el consenso y, por supuesto, les guiará la ética.

A Pedro Sánchez no le votamos, cierto. Llegó al poder a través de una moción de censura variopinta, alentada por partidos de muy distinto signo que pedían, sobre todo, regeneración democrática. España, herida de corrupción, arrastraba sed de transparencia en el bolsillo del jefe y en las arcas del pueblo. Sánchez recogió ese guante, nos lo hizo saber. El paso adelante en La Moncloa que dieron entonces los socialistas iba, en principio, para dos meses pero se alargará, o eso pretenden ellos, dos años. Se nos mostró, de entrada, un Ejecutivo atractivo, libre de sombras, cuajado de talentos. Nos esperanzó el nuevo gobernante con la foto de familia. En cuanto uno de sus ministros –el televisivo Huerta– se vio amenazado por la sospecha del fraude a Hacienda, se le señaló con firmeza y acabó presentando su dimisión.

El Gobierno camina desde entonces rodeado de lupas pero, en lo poco que lleva de trayecto, ha cometido ya varios errores garrafales de imagen, visibles a kilómetros de distancia. Inevitablemente, se nos encienden las señales de peligro, «warning warning», cuando percibimos gestos torpes, que invitan a la desilusión colectiva. Sobre todo, se trata de decisiones que empañan y llegan a hacernos olvidar sus logros políticos.

Recuerda el Falcon que empleó recientemente el matrimonio Sánchez para desplazarse a Castellón. ¡Aquel aeropuerto se abrió expresamente para recibirles! En ese mismo menú desalentador nos ofrecen ahora el plato Begoña Gómez. La esposa del presidente del Gobierno, por supuesto, tiene todo el derecho a prosperar, pero que su próximo destino laboral sea el Instituto de Empresa, dependiente de subvenciones públicas, empaña gravemente el trabajo del cónyuge, el mismo hombre que hace dos días se rebelaba contra el «capitalismo de amiguetes». ¿Qué nombre le ponemos al fichaje de la primera dama? Si Sánchez pretende gobernar a lo largo, deberá eliminar de su menú cualquier comportamiento sospechoso y acordarse, más que nunca, del bolsillo del profesor Tierno Galván. Siempre de cristal.