Opinión

Reacción

Inmersos como estamos en nuestra propia crisis, no solo económica sino de identidad nacional, quizás no prestamos excesiva atención a lo que ocurre en la vecindad europea. La crisis migratoria, uno de los asuntos cruciales del siglo XXI, está haciendo que los ciudadanos desarrollen actitudes confrontadas, todas las cuales generan una incertidumbre espeluznante por las consecuencias que puedan tener a medio o largo plazo.

El discurso políticamente correcto se ha impuesto de forma unánime, por lo que resulta muy difícil, cuando no imposible, expresar públicamente dudas o hacer análisis desapasionados que vayan contra el pensamiento dominante: ese que dice que Europa tiene que acoger a «toda» la inmigración que llegue. Quien no acepta esa premisa es inmediatamente tachado de «fascista, cruel, desalmado»... ¡Y nadie quiere ser calificado así! Por tanto, los líderes de la política y la opinión callan discretamente, o se suman a la corriente avasalladora de la mayoría. De alguna manera, amparar y atender a la inmigración descontrolada –que además irá aumentado de manera caótica y abrumadora en los próximos años– parece la penitencia que Europa deba cumplir por su pasado colonial. Semeja una expiación de los pecados del Estado del Bienestar. Un Estado del Bienestar, por cierto, rigurosamente incompatible con la inmigración masiva. Además, existe un evidente elemento perturbador y peligroso, una respuesta a la irrupción de masas migrantes: despierta la xenofobia violenta.

Curiosamente, el discurso de apariencia buenista respecto a la inmigración, sobre todo de los políticos, también de parte de la sociedad europea, está produciendo esta lógica y perversa reacción de graves consecuencias: excitar el racismo y estimular movimientos agresivos, iracundos, que se revuelven contra el trastorno y la pobreza que van aparejados al acogimiento de grandes masas humanas necesitadas, culturalmente desarraigadas. En Alemania hay manifestaciones donde se hace el saludo nazi, se vocifera y amenaza y se habla de «caza» al recién llegado, acusando a los migrantes del aumento del número de crímenes y violaciones. Así ha ocurrido en Chemnitz, una ciudad sajona que en su tiempo se llamó Karl-Marx-Stadt (en la antigua Alemania del Este), y que se está convirtiendo en un bastión de la ultraderecha alemana... ¿Los políticos no son conscientes de las «re-acciones», como estas, que provocan sus acciones? (Prefiero pensar que son ingenuos o ignorantes, no otra cosa).