Opinión

Respeto por la legalidad

Durante algo más de una década ejercí la abogacía. Es posible que se tratara de un pecado de juventud, pero lo cierto es que aquellos años en que vestí la toga me enseñaron mucho sobre la naturaleza humana y, sobre todo, me llevaron a desarrollar una profunda desconfianza hacia cualquier conducta, pública o privada, que implicara una falta de respeto por la legalidad. Sentí una profunda repulsión hacia ZP no sólo porque su política fuera un desastre y nos acabara llevando a una crisis de la que no hemos salido sino porque gobernó basándose en un continuo retorcimiento de la legalidad sin que le temblara el pulso. Despreció instituciones y normas siempre que le convino y sólo su retirada salvó a España de una catástrofe mayor de la que dejó. Lamentablemente, los gobiernos de Rajoy no sólo no corrigieron tan desastrosa situación sino que ahondaron en ella.

El decreto-ley se convirtió en norma-rey y, de manera muy especial, desde un Ministerio de Hacienda lamentablemente pilotado por Montoro se conculcó una y otra vez la legalidad mediante expedientes jurídicos que no abocaban a la risa porque provocaban el llanto. No es sorprendente que Montoro y otros ministros de Rajoy fueran reprobados porque en cualquier nación civilizada habrían sido llevados ante el juez. Ya advertí entonces y desde esta misma tribuna que la pasividad ante esas conductas estaba empedrando el camino para un desventramiento del ordenamiento jurídico y la implantación de una dictadura. En esa misma dirección, lleva tres meses deambulando Pedro Sánchez y sus mariachis nacionalistas y podemitas. No se trata sólo de que les gusta más bordear la ley que a Montoro una orden ministerial.

Se trata de que ya han ido ideando cómo controlar los medios de comunicación públicos en una línea bochornosamente adoctrinadora y de que están planteándose dinamitar el senado porque no tienen en él mayoría. Para los que hemos estudiado a fondo las revoluciones de izquierdas –mi tesis doctoral en derecho versó sobre ese tema– lo que está sucediendo es de manual. No tiene la épica de Lenin ni mucho menos, pero sí la cutrez de Chávez a cuyo régimen se presta a salvar Pedro Sánchez o de ese Evo Morales que se ha apresurado a condecorar al presidente del Gobierno. Por supuesto, nadie puede prever dónde acabará todo esto, pero, desgraciadamente, el camino ya lo tienen más que avanzado.