Opinión
Otoño en España
En España, en la reanudación del curso, a la política le falta serenidad otoñal y le sobra ruido. La borrasca viene de Cataluña. Esto contrasta con la placidez del cielo y de los campos del interior en la estación más hermosa del año. Compruébenlo. Llama ya el otoño a la puerta y es una tentación sumergirse en la acuarela del campo al atardecer, sintiendo el olor de la tierra en la sementera, en vez de quedarse viendo las peleas de los políticos en televisión. Es preferible, no digan que no, tomar la vereda del monte escuchando el rumor de las hojas que caen y, con un poco de suerte, sobresaltarse con el vuelo bravío de las perdices en el sabinar. O, donde haya viñas, coronarse de pámpanos dorados como el «Otoño» de Arcimboldo o como las columnas barrocas en el altar mayor de la iglesia parroquial envueltas en apretados racimos de oro viejo, alumbrados por la tenue luz del Santísimo.
El otoño arranca este domingo de madrugada, con el equinoccio. Es la madurez, la dulzura de la fruta madura, y la decadencia plácida. Como la vida, el sol decae, coronando el cielo de crepúsculos gloriosos, pintados sobre el lienzo azul de la sierra, cuya contemplación es gratuita. Con frecuencia ocurre lo mismo con los humanos: dejan lo mejor para el final. De ahí la emoción social de los funerales y los encendidos elogios de las necrológicas. No es del todo extraño. Las hojas caídas, vestidas de cobre, naranja, castaño y oro, son más hermosas en el suelo que, verdes, en el árbol. Se alargan las sombras sobre España, y una luz difusa, amarillenta, horizontal, envuelve los tejados del pueblo. Vuelve a salir humo de las chimeneas en las casas aún habitadas. En septiembre, el que no tenga ropa, que tiemble. Y el que no tengo empleo, más.
La otoñada se enseñorea de campos y alamedas. Llegan las nubes. Es un tiempo imprevisible. Sobre todo en política. Los más viejos, lo mismo que el presidente del Gobierno, temen la mortífera espada de la caída de la hoja, prendida del cielo. Recuerdan que a más de uno se lo ha llevado el otoño por delante. Por algo los ingleses llaman al otoño la caída de la hoja. Tal día como hoy de 1819, en vísperas del equinoccio, escribió John Keats «Al otoño», considerado uno de los poemas más hermosos en lengua inglesa. El silencio se apodera de nuevo de las calles del pueblo, y España, ay, se sumerge en un otoño político hosco, amenazante e interminable.
✕
Accede a tu cuenta para comentar