Opinión
Celia
El asesinato de una joven pone en guardia a la sociedad. Engendra dolor, deseos de justicia... También una curiosidad irresistible. Quizás por ello muchas novelas de género negro tienen tramas que giran alrededor de la muerte, o desaparición, de una niña púber. Muchas resultan grandes éxitos precisamente por eso: porque todos sentimos curiosidad por saber qué ocurrió. Qué fue de la chica, quién pudo cometer el horrible asesinato... Los cuentos clásicos infantiles avisaban a menudo a las niñas de los peligros del mundo. Eran fruto de la preocupación que el conjunto de la sociedad sentía por sus descendientes femeninas. La mujer muy joven, la niña y la adolescente, cuando salían de casa se enfrentaban a un universo lleno de peligros que acechaban, implacables. El mundo no era sino un bosque donde los lobos tenían rostro humano: el de la pura maldad.
La historia de la humanidad está llena de fechorías feminicidas, violaciones, asesinatos estremecedores de niñas... Ser mujer, y lograr sobrevivir a la infancia, adolescencia y juventud, antaño era una hazaña épica. Incluso hoy día, en nuestras sociedades con un alto nivel de seguridad, que repudian públicamente la violencia, también puede serlo. Porque muchas mujeres no consiguen llegar a la edad adulta. Un día, se cruzan con un lobo que no titubea, y las despedaza. Tengo para mí que la mujer joven, la niña o adolescente, representan en el imaginario colectivo, desde la antigüedad, la esperanza y el sueño de un futuro mejor. Son la confianza en el mañana. Un anhelo de redención. Por eso, cuando una vida se trunca de manera violenta e injusta, la mayoría de los ciudadanos de una sociedad más o menos avanzada llora desconsolada ese daño, que es un quebranto incluso personal, íntimo. Todos perdemos algo cuando muere una joven. Cuando un lobo humano, incontinente, la devora.
El criminal es un ser atrasado, que no ha podido, o no ha querido, desarrollarse, y que usa la violencia homicida porque no sabe contener su ira, que terminará por devastarlo a él mismo. La joven víctima es el adelanto, la promesa siempre hermosa. El asesino: el retraso, la ignorancia. Pienso en esto a raíz del estúpido y feroz asesinato de la joven Celia Barquín. Descanse en paz. Y ojalá no haya paz para los malvados.
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