Opinión

Artístico

Estamos cada vez más valleinclanescos. O sea, que ya lo decía Maese Lotario, que en el arte hay dos caminos, uno arquitectura y alusión, logaritmos de la literatura, y el otro realidades como el mundo las muestra. En los últimos tiempos vivimos más que nunca entre la arquitectura de la alusión, pero sobre todo de la ilusión, y eso otro que el mundo cruel en forma de telediario nos suelta en toda la cara. El arte se ha hecho carne viva, calle viva. Quizás por eso le luce poco el pelo.

Y aunque el indígena ibero de nuevo lleva a sus clásicos de paseo por el callejón del gato, hoy dicho paisano no gasta levita ni botas de charol con falsos tacones para aparentar más estatura. Hemos crecido, según parece. (Aunque unos parece que han crecido más que otros). ¿Qué diría Valle Inclán de este panorama? Porque, si él despotricaba contra el ultraísmo, hoy es Dadá quien manda. ¿Pensaría que aún las Españas se despliegan en tres romances...?: «catalán de navegantes, galaico de labradores y castellano de sojuzgadores». Valle adjuntaba además al fraile vascongado que «predica la guerra» desde el púlpito. Por si faltaba alguien. No sé si nos haría notar cuánto hemos cambiado desde su época y sus esperpentos... O si diría que somos como antaño.

A pesar de que actualmente hay que andarse con cuidado con el sarcasmo y el tópico. No se pueden ir dejando caer los adjetivos al descuido, porque criticar un acento del norte, del sur o del centro, tiene sus consecuencias. Si un escritor se atreviese a hablar de payeses y aires frailunos, de pastosas vocales regionales y de zalagardas conversaciones en el congreso dependiendo del lugar de origen de sus señorías, se le vendría encima toda una furia autonómica, ­en forma de denigrantes epítetos en Twitter, que para qué las prisas...

El esperpento tenía una función social y política correctiva, de la misma manera que la tienen la sátira, o la caricatura. Aquí tuvimos el esperpento, pero también los soviéticos tenían la revista «Krokodil», o la Italia fascista un buen montón de publicaciones humorísticas... Y, viendo lo que acontece en la rúa, y/o en el Congreso, cualquiera diría que tanto artístico esfuerzo crítico no sirvió un carajo.