Opinión

No hace mucho, no tan lejos

He tenido que leerlo dos veces por pura incredulidad: el 22% de los millennials estadounidenses desconoce qué fue el Holocausto e ignora que Hitler asesinó a 6 millones de judíos. La ignorancia engendra olvido y alumbra atrocidades. Debemos obligarnos a ser testigos de la Historia, aunque ni siquiera hubiéramos nacido cuando ésta sucedió. Eso no es excusa, es ceguera voluntaria que abona infamias. Hay que ir a exposiciones como «Auschwitz. No hace mucho. No tan lejos» y contemplar en las vitrinas las alianzas matrimoniales como las de Else y Leon Greeman, los pasaportes como el de la cantante de ópera judía alemana Edith Kaczynski, las maletas con la dirección de los prisioneros escrita en ellas, la etiqueta identificativa de Katarína Grünsteinová, prisionera número 2.851 , las camillas donde trasportaban a los judíos tras los experimentos médicos, el diapasón y partitura con el sello «Orquesta de prisioneros del campos de concentración de Auschwitz», el cuenco y la cuchara de madera con el nombre de Zoiska en el lado superior y el número 30921 en el inferior, el ajedrez fabricado por los reclusos y la caja para sus piezas hecha con una lata de sardinas en la que se lee «Auschwitz, 1943», las cartas arrojadas desde los vagones como la escrita por Moses dirigida a E. Krantz, los aisladores cerámicos de una valla electrificada, las hebillas de los uniformes de las SS, el juego de mesa Juden Raus¡ (¡Judíos, fuera!), la instalación de tiro en la nuca... Hay que escuchar la voz de los supervivientes en los vídeos proyectados durante la exposición. Debemos ponerles rostros, nombres y apellidos. Vayan y escuchen, lean, observen y siéntanlo hasta vivirlo. Sucedió no hace mucho, no tan lejos.