Opinión
Abandono
El verano es época de abandonos. Y, al final del verano, se ven las consecuencias de dichas orfandades. Como golpes de derrota y menosprecio, los abandonos configuran el panorama sobre el cual se asienta el nuevo curso, como si fuese una escultura magullada: abandonos de mascotas (perros, canarios, conejos, serpientes...). Todos abarrotando perreras y ONGs que, desbordadas, intentan colocar a los pobres animalitos en nuevos hogares que, con algo de suerte, los acojan y no los echen a la calle en cuanto lleguen los próximos calores de estío. Animales que sufren el trauma del abandono y ya no se recuperan. Siempre serán seres heridos, maltratados. El abandono es la peor forma de desprecio ejercida sobre alguien que un día nos amó. Sea animal, o humano. Un daño que se practica por sorpresa, una violencia que se despliega sobre el indefenso y desprevenido.
Es un abuso hacia el inerme, el débil. El abandono es un excremento emocional que se pega a la vida del ser abandonado, y ya nunca la abandona. Valga la amarga, redundante ironía. La canícula convierte el paisaje de la península ibérica en una paleta borrosa de tonos ocres, amarillentos, quemados. El sol, adorado por sus habitantes, es inclemente. Se estrella sobre las aristas de las vidas. El calor embrutece las conciencias. En verano, aumentan también las separaciones, peleas domésticas, divorcios... Según el Instituto Andaluz de la Mujer, el estío trae un repunte de casos de violencia de género. Agosto es un mes fatal, según dicen. Ese sol que tanto parecen añorar los lugareños en invierno, consigue quemar almas. Estamos acostumbrados a poseer, y tratamos a nuestros animales y a las personas que nos rodean como a propiedades inmuebles, predios del sentimiento. Al abandonarlos, los despreciamos y depreciamos, como si ya no tuviesen valor para ser conservados. Lo hacemos también con las cosas. Muebles que se dejan en mitad de la acera. Amores que se tiran por la ventana... «Ahí te quedas, perro muerto», reza el dicho. Lo que se abandona, el ser desahuciado, baja su cotización en la vida. Abaratada su existencia, ninguneada su presencia. Reducido a la nada, al menos que nada. El abandono es una forma de sacrificar a quienes nos han amado. Otra manera de matarlos. Sucia, barata, cobarde, vergonzosa.
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