Opinión
Analfabetizar
Estoy leyendo un libro electrónico alquilado en internet. Tiene tantas faltas de ortografía que, cuando llevo veinte páginas, se me entumecen las células gliales y empiezo a dudar de cómo se escribe mi propio nombre. Las faltas de ortografía me golpean las neuronas. Son puñetazos para mis ojos, mi conciencia, mi espíritu. Y no, no son erratas: no lo son. Son faltas de ortografía que a nadie importan, que no llaman la atención. No hay quien las corrija, las vigile, las meta en vereda como si fuesen ovejas descarriadas que hay que recoger en el redil del lenguaje para que sirvan de algo, para que cuenten al final de la noche, cuando se las llame una por una, se las enumere, recuerde, estime..., una vez corregidas.
¿A nadie le afectan? Las pobres y desmañadas faltas de ortografía no interesan al voluntarioso becario que se encarga de revisar el texto, entre otras cosas porque ese auxiliar, o esa aprendiza, no han sido alfabetizados lo bastante como para distinguir faltas de ortografía. No las reconocen. No saben. Les concierne un carajo. ¡Para lo que cobran...! Nadie les enseñó que la lengua es algo que deben custodiar, con pasión, con mimo, como se hace con una relación amorosa cuando queremos que dure... Han aprobado sus estudios por imperativo legal, no por méritos. Y accedido a puestos que requerían mayor cualificación de la que tienen.
Pero el empresario prefirió despedir al empleado sobre-cualificado y cincuentón, al que tenía que pagar bien (lo bastante para que el hombre pudiese dar de comer a su familia), y ese sueldo le permite tener a cuatro chavales que desconocen la existencia del abecedario. Total, para qué, si hoy puedes googlearlo todo. O sea, que leer estas porquerías descuidadas me da dolor de cabeza. De alma. Y pasa con todo: libros, artículos, comentarios, mugres on line... Antes no me ocurría esto, ¡los libros eran «de verdad»! Escribo a la empresa de internet para quejarme. Sé que eso les fastidia, tanto como a mí sus faltas de ortografía. Me animo. Aunque sospecho que, leer hoy, por lo general, no enseña nada, que gran parte de lo que leemos no alfabetiza: «¡analfabetiza!» (me lo invento). (Nota: y «analfabetizar» no es nada porno. Aclaro. Por si acaso. Oiga).
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