Opinión

Estas «derechas» nuestras

No es nuevo que el expresidente Aznar –al que se atribuye el mérito de haber sido el gran arquitecto del edificio político que dio cabida a todas las corrientes ideológicas desde el centro hasta la derecha más ortodoxa– reproche a su sucesor, el también expresidente Rajoy, haber dilapidado un legado de tamaña envergadura. Este ha sido de hecho uno de los principales motivos del desencuentro entre dos jefes de gobierno que han sumado quince años de poder en la Moncloa para el Partido Popular. El particular clamor de Aznar se ha hecho todavía más evidente desde que «VOX» parece haber pasado de mera fuerza testimonial de la derecha más escorada a posible referente de un populismo no podemita del que tampoco España estaba inmunizada y alimentado por la profunda crisis territorial y el fenómeno de la inmigración ilegal. Pero reconociendo la labor innegable de quien rompió todos los techos de su mentor, Manuel Fraga, tal vez no esté de más reconocer el papel de quien le sucedió, por mucho que el delfín Rajoy le saliera «rana», sobre todo porque ni los tiempos ni las situaciones son comparables en esto de la política. Lo que hace tan solo un par de años suponía división del voto en la izquierda tras las irrupción de Podemos –que importaba un bledo en las filas del PP– ahora se reproduce en la derecha, fraccionada entre el centro liberal-demoscópico de Rivera, la formación de Casado, primera fuerza aún del país mientras no se demuestre lo contrario y esta candidatura «mosca cojonera» que es la formación de Abascal, de las que no ganan escaños, pero vaya si los quitan.

Conviene ser claros, nada tienen que ver los condicionantes de la derecha heredada por Aznar, la heredada por Rajoy y esta que recoge Pablo Casado. Hay sobre todo tres fenómenos que dibujan una España actual muy distinta a la de hace veinte años y que han influido –y de qué manera– en el fin del bipartidismo y la dispersión del voto en la izquierda y ahora en la derecha. El primero es que Aznar heredó un país en profunda crisis económica al que había que hacer converger con Maastricht a toda costa y se consiguió, pero Rajoy se encontró un país directamente al borde del rescate y la crisis más que profunda era gravísima germinando el «15-M» y en consecuencia Podemos. El segundo es que Aznar ni imaginó cuando hacía la vista gorda a la inmersión lingüística en Cataluña que el crecimiento del monstruo iba muy en serio. Rajoy tuvo que afrontar –eso sí con algún error de libro– el órdago al estado y en consecuencia una desafección a su gobierno que rentabilizó Ciudadanos y ahora en su medida VOX. El tercero es el fenómeno de la inmigración cuyo desbordamiento actual tampoco era imaginable en aquella lejana cumbre de Tampere que se supone marcaría las bases de la política migratoria y en la que Aznar participó siendo presidente. Hoy las políticas buenistas, hipócritas y poco previsoras han alimentado, mucho en Europa y ya algo en España, esos «desgajamientos» de la otrora rocosa derecha. Ergo, desde Fraga hasta Casado que cada palo ha tenido que aguantar su vela.