Opinión
Ilustrar
Occidente ha abandonado radicalmente aquella vieja obsesión por hablar de «orden, justicia, razón...». La Ilustración y sus mentes pensantes intentaron sin cesar que la humanidad saliera de las tinieblas de la ignorancia para disfrutar de la claridad de la reflexión, la sabiduría, el conocimiento. Esa directriz ilustrada anidó en el espíritu de Europa al menos hasta finales del siglo XX. Ni siquiera dos guerras mundiales fueron capaces de acabar con la afección colectiva al racionalismo como movimiento intelectual imparable, preponderante. Sin embargo, el siglo XXI, claramente a partir del 11 de septiembre de 2001, invirtió la tendencia. Desde entonces, la búsqueda de conciencia, lógica y reflexión ya no son el impulso principal de Occidente (ni del mundo). El 11-9-2001 modificó la dirección de la humanidad, desandando el camino ilustrado, terminando con la era de John Locke, acabando con el mayor constructor civilizador que fueron capaces de concebir la poderosa burguesía y la marchita aristocracia, que se sirvieron de los medios de comunicación de masas para expandir unos ideales que pretendían asentar en el corazón de las sociedades un amor inagotable por el progreso.
El siglo XXI ha terminado con la búsqueda de la verdad, y no se ha tardado mucho en aceptar la mentira (posverdad) como realidad más probable, inevitable. También ha habido un punto de inflexión en la filosofía. Casi todos los grandes filósofos, desde la Antigüedad, intentaron que la religión no interfiriese en la ciencia, en los avances del conocimiento. Con el siglo XXI, la religión más integrista, ocultista, la ficción y la mentira, vuelven a triunfar sobre la exploración científica de la naturaleza. La religión retorna a la política y hace retroceder las ciencias, y la fe convive de manera desenvuelta con la violencia. Lo peor es que a pocos les resulta extraño este gigantesco paso atrás. Y menos aún se sorprenden de que las fuerzas del atraso se estén adueñando del planeta. Al fin y al cabo ya nos había dicho que eso del «progreso» era solo una entelequia, un ensueño decrépito. Todos los agentes que tuvieron parte en el proceso de la Ilustración –élites, burguesía, medios de comunicación...– están en franca decadencia. El siglo XVIII se conoce como «el siglo de las Luces». Y el XXI, hasta la fecha, parece el de las «sombras».
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