Opinión
De encuestas
El día de las elecciones de 2015, el cuartel general de Podemos en Sevilla ardía con mensajes que elevaban sus resultados hasta los 23 o 24 diputados. Eso chivaban los sondeos a pie de urna cuando todavía faltaban cuatro horas para el cierre. Obtuvo quince. Tenían motivos para celebrar porque su irrupción en el Parlamento andaluz fue histórica, aunque el desencanto pareció fluir en esos primeros momentos. En el otro extremo de la ciudad, otro partido celebraba con mayor algarabía los nueve asientos parlamentarios que le concedieron 370.000 votos. Sabían que esa cifra les valía para jugar a la política desde esa misma noche, pero solo con la presidenta a la que vapulearon de boquilla en campaña. Como habían venido a jugar, jugaron. La han mantenido durante tres años sin pedirle prácticamente nada. Me corrijo: pedían cumplir el acuerdo de investidura y ella se lo negaba. Me corrijo de nuevo: se lo negaba el vicepresidente de la Junta al líder de Ciudadanos, porque Susana Díaz ha reservado su boca para sonreír en las fotos ineludibles con Marín. El resto del tiempo simplemente lo ha despreciado. ¿Que vienen los presupuestos? Foto con el afable Juan Marín. ¿Los hemos aprobado? Hasta el año que viene, Juan.
Viene la historieta a que quedan por delante dos semanas para la votación y han comenzado a circular las encuestas. La primera, el lunes -vendrán más y nos sepultarán con malas predicciones-. Situaba a Cs como la segunda fuerza, por delante del PP y Adelante Andalucía rezagada, dejando espacio para los ultraderechistas de Vox. Esa sería la peor noticia para Andalucía.
El avance inexorable de los días trajo un nuevo sondeo el miércoles. El barómetro del CIS coincide en situar a la cabeza al PSOE. Por detrás, el desplome del PP permite un empate inédito entre las tres fuerzas. Los sondeos (internos) fueron también responsables de que la presidenta pospusiera sucesivamente la fecha de estos comicios. Tiene muy complicado mantener los 47 diputados actuales -55 son la mayoría-, por eso quiso retrasar el examen de la ciudadanía.
Las encuestas tienen una utilidad cuestionable para los votantes aunque provengan de un organismo oficial -o precisamente-. El objetivo, más que informar, es influir en los estados de ánimo de unos y otros. Y así algunos amanecerán sin ganas porque los analistas han predicho que un voto más no cambia nada.
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