Opinión

La edad del miedo

Parece un negro bromazo orwelliano. Una parábola de Phillip K. Dick. Una infeliz profecía de Huxley. Pero no es coña. Según la BBC, un grupo de profesores de varios países ultima el lanzamiento de una revista donde publicar bajo seudónimo «papers» potencialmente controvertidos. Consideran que «la discusión intelectual sobre temas difíciles se ve obstaculizada por una cultura de miedo y autocensura». El «Journal of controversial ideas», literalmente «Diario de ideas polémicas», saldrá en 2019. Uno de sus fundadores, Jeff McMahan, profesor de filosofía moral de la Universidad de Oxford, explica que la revista permitirá evitarse líos con la derecha, la izquierda y la propia administración de las universidades. Sucios nubarrones atenazan la libertad de expresión y, por supuesto, la búsqueda y defensa de la verdad empírica. El pensamiento independiente, la discusión emancipada de dogmas, malviven bajo el imperio de los cazadores de herejes. Los datos están a medio segundo de ser considerados reaccionarios. El entusiasmo con que los nuevos comisarios políticos denuncian a quienes contravienen los mandamientos de la hipercorrección, la sospecha con la que se contemplan las aportaciones científicas desde los mandarinatos políticos y culturales, ha desatado una oleada de pánico en los campus. Sobre todo en EE UU. País pionero en la recepción del posestructuralismo y sus fantoches y en la letal pretensión de concebir las universidades como supermercados del alma y consultorios emocionales. Más preocupados por complacer a sus sensibles estudiantes/clientes, cuyos padres apoquinan cantidades de dinero obscenas, que por fomentar la investigación y estimular la polémica. Así las cosas el Journal aspira a ofrecer un oasis para réprobos, herejes, blasfemos, apóstatas y malditos. La última oportunidad para quienes prefieren dedicarse a las neurociencias, la psicología cognitiva, la economía, la biología o la genética antes que a las posmodernas jeremiadas de quienes todo lo sacrifican, y lo primero el conocimiento, en el altar de la ideología. Más allá de la academia el panorama resulta igual. ¡Si hasta Amaral y su «Sin ti no soy nada» ha acabado en una suerte de índice de «canciones que promueven sexismo» [sic]! Por no hablar del #MeToo, que, como explica Camille Paglia, descarriló al fomentar las acusaciones no corroboradas, la demolición de la presunción de inocencia, la pura y putrefacta paranoia.