Opinión

Corrup-tó

No es buena esa impresión que tiene la españolita de que la corrupción empaña el panorama histórico que vivimos, y que lo va a tiznar definitivamente con su restalle de colores cenicientos. Da el pálpito de que hoy la ponzoña es como aquellos crímenes horribles que, antañazo, pregonaban los ciegos de Valle Inclán. La españolita daría cualquier cosa porque Valle levantara la barba e hiciera la crónica de todo lo que está mal pasando. Ya no se encontraría con un horizonte castizo poblado de pícaros y bohemios, alcahuetas y cesantes. (O sí...

Porque a veces pareciera que las cosas tampoco han cambiado tanto). España, en nuestros días, está tan tensa como en aquella época primera en que Valle visitó Madrid: la última década del siglo XIX. Un Madrid donde reinaba el ómnibus, la peineta y el grito de cabreo en la corrala de vecinos cortando el humo de las fritangas. Si hoy viviera Valle, no se pasearía por los cafés, sino que haría la tertulia en Twitter. Más barata. Esparciendo su garbosa y provocadora gramática y sembrando la confusión entre trolls y modernas de la misma manera que, en sus tiempos, lo hacía con manolas y aristócratas. La españolita de hoy echa de menos los cuatro ojos de Valle Inclán para que le digan hacia dónde mirar. De qué manera. Con qué gafas. Porque esto no se aclara ni analizándolo bajo la perspectiva de una bota de vino. Qué violencia (in)contenida nos rodea.

Qué tiempos prosaicos estos, de vara de morcillas. Qué poca lírica a la que echar el guante para seguir aguantando... Yo, si viviera Valle, lo seguiría en Twitter. Solo a él, para no distraerme. Y es que no puede ser que la españolita de nuestros días vea por todos lados tanta infección política. Tanto disparate. Tanto ruido. Tanto personaje que semeja una deformación grotesca y pedigüeña de sí mismo. Corros de pendencias hasta entre los fideos de la sopa. Tanto panzudismo trágico, tanto bastoneo partidario, tanto morrallismo (in)moral. Y ese montón de esos y de esas que son como el brazo de Santa Teresa, pero en corrupto. Pues sí, ya lo decía Valle Inclán en «Los cuernos de don Friolera»: si es que parece que aún no hemos salido de los libros de caballerías...