Opinión
Del oro a la colonia
Don José Garrido Casanova, el que fuera preceptor en la infancia del Rey Don Juan Carlos y su hermano, el malogrado Infante Don Alfonso – Don Alfonsito–, se adelantó a los tiempos. Consiguió la financiación de las familias Meliá y De la Serna, y construyó un colegio, el Alameda de Osuna, que rompía con el concepto general de los colegios de primera enseñanza en España. Clases de 15 alumnos como máximo, un plantel de profesores extraordinario – ahí destacó el joven y formidable Santiago Amón-, extensos jardines, campos de deportes y toda suerte de atractivos para los alumnos. Era el Alameda un mixto de colegio inglés y americano. «Véritas et libertas» era su lema. Mis padres nos cambiaron a los seis hermanos pequeños del Pilar de Castelló, otro grandísimo colegio, al Alameda de Osuna, y fuimos alumnos fundacionales del nuevo colegio. El lema del Pilar de los marianistas no se alejaba demasiado del nuevo. «La Verdad os hará Libres».
Aquel colegio tenía, por su director-fundador, un espíritu monárquico a principios de los años sesenta. Y atraídos por Don José fueron también alumnos fundadores los hijos de los duques de Alba, de Medinaceli, de Lerma, y primogénitos de más de cien familias tituladas. También se reunía el poder económico y la nobleza provincial, con alumnos internos asturianos, gallegos, montañeses, navarros, guipuzcoanos, vizcaínos, andaluces, extremeños, castellanos, y herederos multimillonarios mexicanos, venezolanos y colombianos. El prestigio de un nombre, el de Don José, lo llenó todo.
En los exámenes escritos, los profesores no vigilaban. Se daba por hecho que un alumno del Alameda jamás osaría intentar copiar a un compañero. Terminado el tiempo, el profesor volvía a la clase y recogía los papeles. El campo de fútbol era de dimensiones reglamentarias, y existía un «Club de Idiomas» cuyo fin no era otro que perfeccionar el francés y el inglés de sus matriculados. A los alumnos del colegio Santa María de Rosales se les decía en otros centros de Madrid «los niños del pis de oro», y a los del Alameda de osuna «los niños que mean colonia». Fue un colegio excepcionalmente bueno, excepcionalmente instructivo, excepcionalmente académico y excepcionalmente caro. No era un colegio público porque su estructura y planificación lo hubieran convertido en una ruina.
Nos reunimos todos los años muchos de sus antiguos alumnos para reencontrarnos. Y nos pasamos fotografías y documentos que nos asombran y divierten. La nostalgia no es un error. Lo inevitable no es lo equivocado. La nostalgia y los recuerdos bien vividos y compartidos forman amistades irrompibles, como las que nacían en la Mili entre personas que nada tenían que ver.
En el último almuerzo, celebrado la semana anterior, pasó de mano en mano la fotografía de dos antiguas alumnas, que en una cena de celebración organizada por la asociación de Antiguos Alumnos del colegio – Jesús Machuca Hesse es su presidente, y el que escribe el presidente de Honor-, comentan divertidas alguna anécdota del pasado. Son dos antiguas alumnas guapas y elegantes. Dolores Delgado, la actual ministra de Justicia e Yvonne Jarret, que por esas casualidades que la vida ofrece, vive actualmente en La Navata de Galapagar, a pocos centenares de metros de la casa de los Condes de La Navata, Irene y Pablo Iglesias.
No es noticia y carece de importancia que Dolores Delgado haya sido alumna del Alameda de Osuna. Don Pedro Ruiz de Azúa, mítico director del Pilar de Castelló, dijo en cierta ocasión dirigiéndose a los alumnos de preuniversitario. «De esta promoción saldrán, al menos, cinco ministros». Y salieron seis. Es bueno tener triunfadores entre el alumnado del ayer. Y la brillante, muy embarrada últimamente, trayectoria de Dolores Delgado, también es consecuencia de la calidad de enseñanza que recibió en el Alameda. Pero sí es noticia que en su «currículum vitae» reseñe que estudió el bachillerato en un colegio público y omita el nombre del Alameda de Osuna. Un colegio privado, libre, sabio, deportivo, liberal, abierto, moderno, católico y carísimo. Oro y colonia, lavanda inglesa, fundamentalmente.
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