Opinión
Excelencia
Cuál será la siguiente burbuja que estalle de forma contundente dejándonos malheridos, más pobres, desconcertados...? No sabemos prever el peligro de las burbujas. Estamos siempre demasiado ocupados disfrutando como niños mientras hinchamos el globo durante años, décadas. La próxima serán... ¿los estudios universitarios? En los últimos tiempos hemos tenido varios escándalos relacionados con algunos políticos y la universidad. Pusimos el grito en el cielo. Hemos hecho aspavientos y el blablablá indignado ha sido el discurso dominante. «¡Situación intolerable!», ha gritado hasta el apuntador del apuntador. Estos casos solo han sido un toque de atención para que nos fijemos en un problema que puede explotar pronto. No nos damos cuenta, o no queremos reparar en ello, pero ahí esta: se trata de la gran burbuja de la excelencia intelectual. Estos tiempos serán recordados porque quisimos democratizar la excelencia, con pésimos resultados.
Todos queríamos un certificado, no acceder al conocimiento. Así que, no se ha democratizado la sabiduría, sino las cuatro líneas del currículum. Porque, sencillamente, hay cosas que no se pueden democratizar. Así que hemos tenido políticos que han conseguido títulos para los que, en principio, no estaban intelectualmente dotados. Pero, no nos engañemos, esos políticos no han hecho nada que no estén haciendo cientos de miles –y cientos de millones– de alumnos universitarios en todo el mundo: pagar un precio por conseguir un título que, en el fondo, no significa mucho. Los políticos afectados por estos escándalos han pagado ese precio –en dinero, pero sobre todo en tráfico de favores, en influencia–, mientras los alumnos pagan al contado. Por lo general, son sus padres quienes abonan la factura, en la idea de que compran un futuro mejor para sus hijos (más posibilidades de trabajo, un seguro de protección laboral...). No es así, por supuesto. Eso quizás ocurría antaño, cuando solo los mejores obtenían determinados títulos. Hoy, que lo puede tener cualquiera, un título sirve moderadamente. Algo que no saben los voluntariosos padres, que siguen pensando que la mejor herencia es una buena educación. Claro que la alta educación no existe tal como se conoció. Porque, cuando todo es especial, nada es especial. Cuando todo es excelente, nada es excelente. Y la próxima burbuja descubrirá que el edificio intelectual que compramos no vale la hipoteca que estamos pagando por él.
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