Opinión

Vox y Podemos, con Plutarco al fondo

Plutarco siempre fue el autor favorito de Jordi Pujol, todo un forofo de las «Vidas paralelas», las biografías dobles de un personaje romano y otro griego. Santiago Abascal, líder de Vox, y Pablo Iglesias, rechazarán todo paralelismo político y más aún personal, pero la eclosión de sus partidos apunta muchas coincidencias. Ambos surgen y crecen por los extremos del PSOE y del PP, impulsados por los más talibanes de cada orilla política y recogen a los votantes –es así– transversales, que los partidos de la Transición fueron incapaces de retener tras la Gran Recesión.

Podemos se alimentó sobre todo de jóvenes ultrapreparados encaramados a un cierto idealismo y con un cierto grado de frustración. Por su parte, Vox cosecha voluntades, como otros populistas extremos europeos, entre muchos trabajadores procedentes de la clientela histórica de una izquierda que, centrada en «grandes asuntos», los habría dejado huérfanos ante sus problemas diarios y que ven en el independentismo y en la inmigración ilegal riesgos para ellos y sus familias. Exhumar a Franco del Valle de los Caídos es popular, pero quizá no sea suficiente para mover el voto.

Podemos y Vox, además, son el producto de un sistema electoral proporcional que prima en exceso a las minorías y les otorga mucho poder. Vox ha quedado en última posición en todas las provincias andaluzas, salvo en Almería.

Podemos no pasó del tercer o cuarto puesto en ninguna provincia española en las últimas elecciones generales. Gracias a la magia de la fórmula D'Hont, muchos gobiernos en España dependen de Podemos y ahora, el andaluz, de Vox. Alguien debería reparar en que el partido de Marine Le Pen, a pesar de su pujanza, solo tiene ¡7! escaños sobre 577 en la Asamblea Nacional Francesa y que en el Reino Unido, el UKIP –el partido para la indendencia– sólo consiguió dos diputados, pero chocaron contra el muro de contención del sistema electoral. Obtuvieron muchos votos, pero siempre quedaron en tercer o cuarto lugar en todos los comicios y circunscripciones. Como Podemos y como Vox.

Tiene razón Susana Díaz cuando dice que ganó las elecciones. Elude recordar todas las veces en las que otros partidos, sobre todo el PP, vencieron en las urnas y no gobernaron porque los pactos parlamentarios lo impidieron. Siempre fue extraño, pero todo el mundo lo aceptó, aunque fuera la extrema izquierda quien lo propiciara desde partidos como Bildu y ERC, que presumen de transgredir la Constitución en cuanto pueden. Al final, casi todo está escrito y los extremos –Podemos y Vox– se tocan y sus historias, más paralelas de lo que parece, inspirarían a Plutarco.