Opinión

España herida

Hay muchas maneras de celebrar cuarenta años de Constitución, tantas como las que hemos percibido en el Congreso de los Diputados y fuera de él (estoy pensando en los lamentables disturbios de Girona, con la crispación por bandera). En el acto conmemorativo de la Carta Magna, las presencias, ausencias y gestos de cada formación política han vuelto a retratar a esta España herida en su raíz, necesitada de un estímulo común para avanzar, para modificar o mejorar la Carta Magna, si procede. En el retrato del Hemiciclo actual, me temo que los españoles salimos especialmente desfavorecidos. Este país nuestro, inmerso en una crisis territorial desgarradora, se merece representantes que se desvivan por recuperar el espíritu constructivo y la altura de miras de sus predecesores. Necesita revivir aquella concordia del 78 que hoy recordamos con nostalgia.

El nexo de unión de todos los diputados, mal que les pese a algunos, sigue siendo la Constitución vigente. Y la institución más templada de todas las que nos rodean, nos guste o no, se llama Monarquía. Por eso comparto la ovación de la Cámara a los eméritos, solo empañada por el silencio de los diputados de Podemos que lo son, precisamente, porque existe una Carta Magna que justifica su propia existencia política.

Cuando se gestó la Constitución existía un deseo colectivo, de derecha a izquierda, de dejar atrás una dictadura. Hoy escasean las afinidades. Hoy crece la falta de respeto en los plenos. Hoy los políticos son ya el segundo problema de este país, solo por detrás del paro, véase como ejemplo último el caso andaluz.

Y ya que hablamos de mi tierra, me permito subrayar que Andalucía ha dicho no a la corrupción crónica, al desánimo que a mis paisanos les ha producido el modus operandi de los partidos tradicionales, allí y en Madrid. Que no se equivoquen los de Santiago Abascal, sus 12 escaños no son un asentimiento ciego a su programa electoral sino un grito desesperado que, espero, obtenga una respuesta sensata y ágil del resto de la clase política. Es un aviso: Andalucía ha dicho cambio. PP y Ciudadanos deben tomar nota y elevarse sobre sus respectivos intereses, propiciar un contexto sin cabida para los extremos ideológicos, conseguir que la palabra consenso recupere todo su sentido.

Inspírense en el 78.