Opinión

El árbitro, que no gusta, es uruguayo

En plan Gargantúa, ayer me tragué dos partidos de fútbol (el Girona, antes Gerona, contra el Atlético de Madrid, y el Barça contra el Villarreal) y el «partido» político de las elecciones andaluzas. El Atlético, en mi discutible opinión, debió de ganar al Girona, pero el Girona, no obstante, hizo bastante bien su trabajo para empatar.

–Resultado justo, pues.

–En el fútbol sólo cuenta, a secas y sin el melindre del calificativo justo o injusto, el resultado. El Cholo, cuya mentalidad es sustancialmente pragmática, lo dijo un día así: «No hay partidos justos o injustos, hay partidos ganados, perdidos y empatados. La mente del Cholo, para el fútbol, es pragmática sin gimoteos: Partido a partido, y todos con todos y para todos.

Hernán San Pedro, tan observador, me lo recuerda de vez en cuando: «El actual Atlético es el «milagro» del Cholo. Cada cual, pues el fútbol es una democracia con muchos menos defectos que la democracia política, es libre de pensar lo que le plazca.

José Luis Núñez –ha muerto– era bajito como Jordi Pujol. «Los dos enanos más poderosos de Cataluña» (anónimo). Dos verdades: bajitos y poderosos. A José Luis Núñez le entrevisté dos o tres veces. Conmigo era correcto. Un día le dije: Usted, señor Núñez, es el Bernabéu del Barcelona.

Faltó poco para que me ametrallara con la mirada: «Tengo prisa –me replicó seco y mustio como una hoja otoñal. Núñez, nacido en Baracaldo, presumía de catalán: «Cataluña es los Estados Unidos de Europa. Cataluña respeta, celebra y admira a quienes saben trabajar». Su ética era el éxito. Éxito (dinerariamente) que le acompañó siempre. Con él, el Barcelona empezó a ser como el Real Madrid. Con él creció el estadio, la afición y la colección de títulos: 176 en total (fútbol, baloncesto, balonmano, hockey sobre patines, fútbol femenino y fútbol sala). Era poderosamente inteligente. Para Núñez, había dos «castas» de periodistas: los que estaban con él y los que no estaban con él (a éstos, si podía, les hacía daño). Está ya por siempre, con letras de oro, en la historia azulgrana. El Barcelona le debe mucho, mucho.

Balón de Oro, Modric, Florentino Pérez, Vox, Pablo Iglesias, y los valores. Creo en los valores de la lealtad, la gratitud, el amor, la solidaridad y la verdad. Enhorabuena a Modric por su Balón de Oro y por recordar cariñosamente en su «discurso de gratitud» a Xavi e Iniesta, a quienes los votantes del Balón Oro ignoraron injustamente. Modric: el valor de la elegancia y el compañerismo. Ciertamente, como dice Florentino, detrás de cada éxito y de cada título están los valores. Vox, también ciertamente, es el partido de los indignados. Vox defiende el valor de la unidad de España y el valor de una España centralizada. Lo que hizo el general De Gaulle en Francia en 1945: un Estado políticamente centralizado y administrativamente descentralizado. Acierto político. Hay dos clases de políticos: los que sirven honestamente a España a través de la política y los que se sirven deshonestamente de la política para vivir en España como burgueses. O sea, Pablo Iglesias, que se viste de proletario y vive, sin embargo, como un «burgués fascista» en chalet serrano con piscina.

Lo sabemos todo, casi, de River y Boca y de sus huestes neolíticas. Nada, en cambio, del árbitro de esta final argentina en el Bernabéu. ¿Por qué nadie nos ha hablado del árbitro, ese ser a veces héroe y a veces Satán, según se le dé el pito y la mente. El árbitro es uruguayo: Andrés Cunha. 42 años y con un saco de más de doscientos partidos juzgados. A España le arbitró, en el Mundial de Rusia su encuentro con Irán. Este señor, Cunha es «irregular», según unos; según otros, carece de «personalidad». Que no altere con el pito la cordialidad y la paz del partido y los ánimos de los neolíticos.