Opinión
Esquizofrénico relato catalán
Si una cosa al menos hay que reconocerles a los actuales referentes del independentismo, esa es sin duda ninguna la de haber aprendido de Artur Mas la manera de desviar la atención –aun a costa de crispar– desde el clamor de los problemas sociales y económicos de la ciudadanía, hacia reivindicaciones instaladas en la ensoñación aunque no por ello menos peligrosas. Hoy, el sucesor no elegido por las urnas –Torra– de otro sucesor tampoco elegido por las urnas –Puigdemont– se las ha arreglado para, en tan solo unos días desviar el foco de las manifestaciones de bomberos, trabajadores de la sanidad y otros colectivos frente al mismísimo Palacio de la Generalitat, hacia la violencia callejera y la intimidación ejercida por esos «CDR» a los que nunca ha dudado en animar públicamente para mantenerse «firmes» en su lucha. Lo de Torra y el independentismo más radical tiene por lo tanto un componente de innegable coherencia al menos en la estrategia de relato. Cosa bien distinta es la más que manifiesta esquizofrenia en la que permanece instalado el gobierno de la nación a propósito de su posición, no solo ante los distintos problemas del país, sino específicamente ante la crisis política y ya social en Cataluña. Nadie mejor que el propio ministro del interior Grande Marlaska para definir esta realidad cuando ayer mismo entrevistado por Alsina en Onda Cero apuntaba textualmente que «trabajamos adaptando la política del gobierno a los hechos que van desarrollándose».
Un gobierno que, entre la espada y la pared de las encuestas reales –no el «rasca y gana» de Tezanos– y la soledad frente a unos socios de conveniencia en la moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa ha optado precisamente por eso, por afrontar la situación en función de la intensidad de cada ocurrencia del secesionismo y en tratar de taponar de aquí a los próximos meses cualquier vía de agua en un momento que, ahora más que nunca atufa a elecciones. El Ejecutivo de Sánchez ha pasado de pedir el apoyo al independentismo para su «tuneado» de presupuestos con constantes guiños de «templanza», a buscarse desesperadamente un hueco entre quienes claman por la restauración en Cataluña del estado de derecho. Hoy mismo el congreso de los diputados debatirá –ya era hora– la situación en Cataluña y es aquí donde veremos, de un lado el anuncio de primeras medidas especialmente relacionadas con el incremento de efectos policiales y de otro, la disposición real de un, en parte todavía rehén del siempre dubitativo «PSC» a pedir a las otras dos grandes fuerzas constitucionalistas el apoyo para caminar de la mano en nueva aplicación del «155». Sánchez quiso apuntarle a España el tanto internacional de organizar toda una final de la copa libertadores en Madrid, demostrando que somos capaces de manejar esa nitroglicerina y fue todo un éxito pero no nos engañemos, el mundo además de un partido River-Boca , lo que vio fue la ley de la selva impuesta impunemente por los «CDR» en calles y autopistas. Esa es la gran prueba para Sánchez, o volver a ensalzar la «E» de español en las siglas de su partido, o la esquizofrenia que marca la demoscopia. Recuperar el control.
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