Opinión

Conversaciones en Cataluña

Nadie esperaba nada de provecho del discutido encuentro en Barcelona, en estas vísperas navideñas, del presidente del Gobierno español y el de la Generalitat de Cataluña. Ni de la reunión paralela de ministros y consejeros. No se discute sobre el contenido, sino sobre el formato. ¿Minicumbre bilateral o encuentro informal? Cada cual da su versión. Estamos acostumbrados. Y sobre todo interesa el clima en la mesa de la reunión y, más aún, en la calle. O sea, el marco y las apariencias. La agitación de la calle es el último resorte de Torra y los soberanistas, como se sabe. Hace mucho tiempo que en este conflicto catalán importan más las apariencias que la realidad. Es una farsa. Por eso, nadie ha dado cuenta hasta ahora del contenido de las docenas de reuniones sectoriales entre unos y otros desde que Pedro Sánchez está en la Moncloa. Todo es oscuro e inquietante. No se sabe hasta dónde está dispuesto a llegar el presidente del Gobierno en su trato con los independentistas catalanes, qué hay debajo de ese amable eslogan de «tender puentes y no cavar trincheras», acuñado por Iceta.

Por lo pronto, en las actuales circunstancias, el Gobierno español carece de poder negociador en su trato con los actuales responsables de la política catalana. Sólo si no eres dependiente y eres fuerte puedes negociar en Cataluña con garantías de éxito. Y ese no es el caso ahora mismo. Todo lo contrario. El presidente Sánchez tiene uncida su continuidad al apoyo de los nacionalistas. Lo ocurrido en Andalucía empuja a estos socios a reafirmar su apoyo al actual inquilino de la Moncloa para evitar que se vea obligado a convocar elecciones y corra el riesgo de ser desalojado por la derecha. Sólo con Pedro Sánchez en el Gobierno durante el proceso a los dirigentes catalanes presos y una vez conocida la sentencia pueden aspirar, según su percepción, a un trato benigno del tribunal y al prometido indulto. Esa me parece la clave de estas conversaciones en Cataluña. Por eso todos los socios del actual Gobierno se disponen a relajar la meta del déficit y apoyar los presupuestos. Se trata de retrasar las urnas todo lo que sea posible, porque han visto las orejas al lobo. Y me parece que ha habido además en este cambio de actitud, que ha culminado con la foto amistosa de Barcelona, la percepción de la amenaza, después de Andalucía, de un cambio radical en la política catalana del errático Pedro Sánchez para salvar el pellejo en las urnas.