Opinión
Negocio
En este mundo todo está distribuido de manera desigual aunque la globalización, como escribí aquí hace años, opera como un sistema de vasos comunicantes: muchas cosas se están mezclando, desde la riqueza a la brutalidad. Mezcolanza que no siempre es buena. Lugares, antaño pacíficos, hoy están contaminados por violencias propias de otros, muy lejanos geográficamente, pero cuyas maneras salvajes migran hacia el exterior, junto con sus gentes. Hay riquezas que, antes de la globalización, eran exclusivas de ciertas naciones, pero ahora se han deslocalizado, alcanzando a remotos países donde se trabaja con afán, y a coste muy barato... El dinero y la violencia viajan por el planeta rápido, en primera clase.
Existen naciones, como España, donde se presume de una baja tasa de violencia. Desde Gandhi, –también desde mucho antes: Confucio, Lao-Tsé, Jesucristo...–, sabemos que la verdadera superioridad moral está en hacer frente a un poder violento por un medio no-violento, que el pacifismo es amor por la vida, y que no hay nada igual a eso. Nada que pueda compararse. Nada que lo supere. Es verdad: se trata de una forma de actuar absolutamente ineficiente desde el punto de vista práctico, pero de una altura moral titánica, súper evolucionada, que deja al violento al nivel de la caverna prehistórica. Esta nueva sociedad globalizada, estratificada por segmentos bien definidos, no promueve los ascensores sociales. Sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX, la democracia creó zonas porosas entre los distintos estamentos de población, capaces de facilitar una movilidad de clase, dinamizadora y reparadora. Ahora, sin embargo, esa flexibilidad empieza a anquilosarse.
Las clases sociales no se mueven, al contrario que la riqueza y la violencia. El amor, tampoco: hay muy poco mestizaje, comparado con el volumen de movimientos de población que tienen lugar en el planeta. ¿Por qué los vasos comunicantes de la globalización permiten trasladar con éxito dinero e (in)culturas de violencia, pero no promueven el ascenso social, la paz o la unión fértil entre distintas razas? Quizás porque el dinero y la violencia forman parte del mismo conjunto de mercancías que sirven como unidades de cuenta y valor. Ambos, además, ejercen como medios de pago. El pacifismo y el amor, sin embargo, podrían no interesar a la globalización porque nunca serán utilidades de negocio.
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