Opinión
From the club of queer trades to 7 Rebollino Street
En 1905 G.K. Chesterton publicaba una peculiar novela cuyo solo título, traducido al español, despertaba ya cierto interés: El Club de los Negocios Raros. Sus principales personajes Basil Grant; su hermano Rupert; el comandante Brown; el teniente Drumond Keith; el profesor Chadd, ... etc. propiciaban el relato de media docena de episodios extravagantes, insólitos e inauditos. La pertenencia a esta pintoresca sociedad exigía unos requisitos que muchos de nuestros políticos cumplen sobradamente. Tal vez por eso, la tentación de incluirlos en ese club es inevitable.
Desde la reedición de dicha obra en español, en 2013, fueron varios los artículos de distinto género que inspirados en ella, aparecieron en revistas y periódicos. En septiembre de 2016 Ricardo Morales denunciaba el parecido entre el Congreso de los Diputados y el club imaginado por el escritor inglés. El entonces presidente del Gobierno, aficionado a la tauromaquia, convertido no en «el pasmo de Triana» sino en «el pasmo de Pontevedra», que vendría a ser todo lo contrario; y el cabeza de la oposición, profeta del «nonismo», se hallaban enredados, con sus respectivos comparsas, en un despropósito que parecía conducirnos a unas terceras elecciones, en menos de un año. No sería así, pero la alianza entre PP y Cs fue demolida por una inverosímil moción de censura.
A partir de ahí el Club de los Negocios Raros se quedaba pequeño y accedimos, de la mano de don Hurón, a un espacio más estrafalario: el de una versión española y castiza de aquella sociedad, el mundo de Ibáñez, el 13 Rue del Percebe. Éste permitía, en principio, la entrada por la alcantarilla, obviando los problemas de franquear la puerta por medios normales. Además instalamos el otro departamento imprescindible del club: la Agencia de Aventuras, trasladándola, sin reparar gastos, de 14, Tamers Court. Fleet Street a Moncloa.
Una vez acomodados, en compañía de Manolo, Ceferino Raffles, el Dr. Chiflado, D. Senén, la señora protectora de animales, la portera, ... y los demás vecinos habituales del inmueble, y con la Agencia a pleno rendimiento, pudieron sucederse una serie de acontecimientos inauditos. Algunos de estos admite comparación directa con los narrados por Chesterton.
Si en el Club de los Negocios Raros aparecía una plantación de pensamientos amarillos, dispuestos en modo que pudiera leerse «muerte al comandante Brown», aquí, en el huerto catalano-separatisa, el jardinero de turno dispuso su siembra de manera que pudiera leerse «España nos roba», en lengua de mosén Verdaguer. En la temporada más reciente, esta flor de nostalgia, se dispuso también allí para que pudiera leerse «Guerra a España», eso sí, siempre en amarillo. Las diferencias serían que en el caso hispano la semilla no proviene de las propias flores, sino de pensamientos de sesudos cerebros, debidamente «vegetalizados», y que los insultados y amenazados pagan los gastos.
Más interesante fue la escritura de un extraordinario trabajo académico aprovechando un artículo del prof. Chadd, sin citarle, sobre «Los intereses de los zulúes y la nueva frontera de Makango», que tuvo gran reconocimiento en medios universitarios. Y así decenas de éxitos, superando toda clase de borrascas que, en ocasiones, dejaron a la tripulación del barco gubernamental con las vergüenzas al aire y haciendo juegos malabares para justificar lo injustificable.
La relación de hechos insólitos rebasaría los límites de esta Tribuna pero hemos de mencionar el más reciente trabajo llevado a cabo, digno de Hércules por la fuerza requerida y de Talleyrand por la astucia. Ha sido la promoción desmesurada de un doble monólogo, el diálogo es otra cosa, elevando a la categoría de alter ego al rústico que cultiva la ofensa y el desafío a España. Un ejercicio arriesgado, al límite de la Constitución, que consiste en conceder lo que a otras Autonomías se les niega: el subsidio, más allá de la equidad, para la financiación del despilfarro, la incompetencia y toda clase de maniobras contra la unidad de España. Abriendo además la puerta a promesas que no se podrán cumplir, lo cual acaba generando tensiones y frustraciones de resultados indeseables. Recuérdese la peripecia, al respecto, del otrora regidor del Club, modelo e impulsor del actual. Y de paso sacralizando a un personaje como Lluís Companys.
Menos mal que en el ámbito internacional, (salvo el espectacular ensayo de Cataluña), el gerente de la Agencia de Aventuras decidió no emplearse a fondo en lo de Gibraltar. A lo mejor se suspende lo del Brexit y para qué arriesgarse. Ya se sabe que los ingleses son muy suyos.
La sucesión de eventos (evento puede ser casi todo, desde la llegada a Marte a un estornudo) hizo que 13 Rue del Percebe quedara pequeño y la actividad del despropósito acabó demandando nuevos locales. El propio Ibáñez ofreció el edificio de 7 Rebollino Street y hasta allí llegó el Club (español) de los Negocios Raros. Pero, a la vista del panorama de la política en nuestro país, para los próximos meses, puede que haya que buscar, sin tardar mucho, otro templo de la paradoja, la desmesura y la irracionalidad. Al tiempo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar