Opinión
11.194 catalanes
Lo ha reconocido el propio gobierno catalán y el dato resulta escalofriante. Desde enero de 2013 hasta diciembre de 2017 murieron 11.194 residentes en Cataluña mientras esperaban la aplicación de la ley de dependencia. El 74 por ciento habían sido evaluados y se les había reconocido el derecho a ocupar un lugar en una residencia de ancianos. No fue así por la sencilla razón de que no existían las plazas para convertirlo en realidad y no existían por la sencillísima razón de que el dinero que recibe el gobierno catalán, vía Agencia tributaria, procedente de los bolsillos de los contribuyentes españoles se emplea en otras cuestiones. Gracias a esos dispendios en expandir el nacionalismo catalán en Aragón, Valencia y Baleares; gracias a ese derroche que significan las embajadas de Cataluña en el extranjero desde las que se expande el odio a España; gracias a ese despilfarro de asesores – algunos de ellos defensores públicos del golpe del 1-O – la Generalidad de Cataluña carece de dinero para atender lo que verdaderamente debería atender, por ejemplo, a los dependientes. La situación ya es muy grave en la actualidad porque seis habitantes de Cataluña mueren al día por la no aplicación de las normas de dependencia, pero será mucho peor en un futuro en el que en pocas décadas el número de dependientes alcanzará al doble. Trabajaron toda su vida. En algunos casos, serían naturales de Cataluña que habrían dado todo a la región donde vieron la primera luz; en otros, personas procedentes de otras partes de España que ayudaron a levantar Cataluña en los años sesenta para que entonces se convirtiera en la zona más próspera del territorio nacional. Sin embargo, a la hora de la verdad da lo mismo que su apellido fuera López o Palau. Unos y otros han muerto, en su mayoría octogenarios, a la espera de una plaza que jamás disfrutaron. Si hubieran sido nacionalistas de cualquier rama, si hubieran pertenecido a una asociación musulmana de supuesta integración, si se hubiera tratado de feministas empeñadas en sembrar el odio entre sexos o si hubieran defendido a dentelladas las supuestas virtudes de la homosexualidad, los fondos no habrían faltado. Eran simplemente ancianos que habían trabajado toda su vida y a los que se privó del derecho a pasar con algo de dignidad sus últimos días. Gracias, nacionalismo catalán, tú eres el culpable de esas muertes miserables.
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