Opinión

Reporteros de guerra en Cataluña

Tres huelgas generales en menos de cinco meses, aderezadas a lo largo de todo ese tiempo con marchas y concentraciones diarias, salpicadas en cada ocasión de esteladas y lazos amarillos... Semejante pesadilla vital la llevan soportando, estoicos, millones de ciudadanos catalanes mientras su Parlament dormita. Apenas se ve alterada su inactividad estos días por algún pleno sin importancia mientras, en Madrid, sus dirigentes independentistas acuden, día sí y día también, al soporífero juicio del «procés» (perdónenme los muy cafeteros, pero la curva diaria de las audiencias me deja clarísimo que los acusados y sus respectivos argumentos no despiertan ya un interés masivo; a estas alturas de la película, al personal solo le importa conocer si se hará justicia en el momento definitivo de la sentencia, y para eso quedan todavía tres meses).

Ese es el panorama, amigos. Lo que pasó ayer en Cataluña fue un intento fracasado de paro general promovido por la intersindical CSC y secundado por universitarios, tímidamente por funcionarios y absolutamente por el Govern del señor Torra. Pero fue, sobre todo, otra jornada insufrible de radicales entorpeciendo el fluir diario de Cataluña. Ahí estaban otra vez, enfundados en sus pasamontañas, expertos en el arte de quemar neumáticos, boicoteadores profesionales cortando carreteras y vías de tren en un momento, sin pensar en nadie más que en ellos. Hiriendo a los mossos que les intentaban frenar, provocando detenciones, a puñetazo limpio con los agentes, sin respetar tampoco a los compañeros que estaban ahí para contar lo que sucedía, a esos informadores que no son de su cuerda mediática.

Desde este humilde rincón, quiero expresar hoy mi admiración profunda a Blanca Basiano, a su compañero cámara, al equipo entero de Antena 3 Noticias en Cataluña, reporteros de paz y de guerra, si hace falta, ejemplos de periodismo riguroso y valiente, orgullo del gremio televisivo, víctimas crónicas de hooligans sectarios, ignorantes y agresivos. Y quiero decirles a los radicales de los CDR que esta manera tan suya y tan violenta de protestar para salir en la tele será, paradójicamente, su tumba a medio plazo (véase el ejemplo de la Kale Borroka en el País Vasco).

De este 21-F catalán no quedará, me temo, una reivindicación soberanista pacífica, sino la bronca callejera, el callejón sin salida. Las factorías llenas, vacío el Parlament.