Opinión

Ideal

En Alemania, los actos violentos contra judíos han aumentado un 9’4% desde 2017. El antisemitismo rebrota. Con ira, con fuerza. (Como siempre...). Unos ciento veinte mil judíos, en un país de 83 millones, de nuevo «tienen la culpa» de todos los males. El antisemitismo se alimenta de cierta izquierda que, verbigracia en España y sin saberlo, lo ha heredado de Franco. Comparten esa animadversión con una trasnochada y residual ultraderecha europea cuyo imaginario es superficial, no intelectual, más icónico que ideológico: una discutible pose estética (banderas, cortes de pelo, eslóganes sórdidos, ropa de derrubio...), que suele atraer a unas pocas mentes confusas. En Alemania, algunos de entre los incontables refugiados procedentes de Siria e Irak, también aportan nuevas provisiones de antisemitismo. El odio al pueblo judío lo comparten extrema izquierda, extrema derecha e islamismo radical. Amin Al-Husayni, líder religioso musulmán, gran muftí de Jerusalén, fue en su momento aliado de Hitler. Unidos por el deseo de exterminar a los judíos del mundo. El antisemitismo santurrón de Franco no puede compararse jamás con el nazi, pero existió, quizás en el mismo grado en que algunos, en España, que se dicen de izquierdas y antifranquistas, lo sienten. Para justificar el asesinato de judíos, los nazis usaron «argumentos» racistas y estereotipos negativos ancestrales, diciendo que los judíos eran subversivos comunistas (Marx era judío, y antisemita; muchos neomarxistas son anti-judíos), especuladores avarientos que prosperaban en la guerra, acaparadores de bienes, desleales contra la madre patria Alemania... Lo espeluznante es que, desde 1933, hayan pasado 86 años. Leyendo noticias sobre el aumento de la violencia contra los judíos, pensé que debería escribir una columna, titulada «Cuando en Alemania no queden judíos». Sería una reflexión sobre lo que representaría ese hecho desde distintos ángulos: el sueño cumplido de los nazis, la perduración nauseabunda del antisemitismo en Alemania –en Europa, en general–, la pérdida de una riqueza europea y la necesidad de buscar un nuevo chivo expiatorio para los problemas de Alemania. Porque el día en que «Hans», el alemán medio, se levante por la mañana y ya no tenga vecinos judíos seguirá habiendo paro, minijobs, violaciones de mujeres, delincuencia, calentamiento global y todo que nos preocupa y que debería ser culpa... de los judíos. Pero, sobre todo, se habrá hecho realidad el ideal hitleriano.