Opinión
¡Vuelve Puigdemont!
El fugado de Waterloo no tendría rival si se presentara a un programa de variedades de televisión como «Got talent», un señor que lo mejor que sabe hacer no es cantar como un ruiseñor con gripe, subirse a una cuerda y resistir hasta la vuelta de publicidad o expulsar el mayor pedo del país, que también, de hecho de alguna manera ese récord hay que reconocérselo, sino mentir hasta que lo que farfulla se convierta en verdad. Sostiene Puigdemont que volvería a España sin que las autoridades puedan detenerlo en caso de que consiga un escaño en el Parlamento Europeo. Es falso. No haría falta un polígrafo. La credencial de eurodiputado sería como una invitación a una fiesta de cumpleaños en la que el payaso lleva unas esposas en lugar de las velitas de la tarta.
Sería fantástico ver a Carles traspasar la frontera de España donde le esperaría la polícía para llevarlo donde los otros líderes de la mentira encapsulada. Este cariz de maletilla lanzándose al ruedo de la Justicia pararía todos los relojes de las plazas de toros, como en tiempos de «El cordobés». Lo recibiríamos como en «Bienvenido Mr Marshall», sólo que en este caso no pasaría de largo del pueblo con la fuente de chorrito por la que moría Pepe Isbert. Al trullo.
Puigdemont hace del engaño una forma de vida, un mago que parte por la mitad un Estado y luego resulta que es un truco de la cámara. Un truco que conllevaba un trato con el Gobierno. O con su colchón. Eso ya forma parte del drama, o de la farsa, y no de la comedia por mucho que las ministras vayan dando saltitos por las manifestaciones como si fueran sus hijas. El controvertido Jordan B.Peterson, azote de las feministas y de lo políticamente correcto, en su libro «Doce reglas para vivir», que entraría en la lista de autores prohibidos por Carmen Calvo, aconseja como antídoto al caos decir la verdad o por lo menos no mentir y relata cómo se pueden utilizar las palabras para manipular el mundo. Es la especialidad de aquellos que carecen de escrúpulos, como los psicópatas. Y ahí tenemos al Pinocho Puigdemont apretando a los medios para que le concedan el privilegio de colarnos otra «fake news». Puchi, tú sí que vales.
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