Opinión
Datos
El Big Data es un enorme conjunto de datos, como su propio nombre inglés indica, tan amplios y complejos que se utilizan herramientas informáticas para procesarlos. Una mente humana no podría hacer ese trabajo, se vería desbordada. Y mortalmente aburrida. Los datos se refieren al comportamiento de los usuarios. Si estos lo son de aparatos informáticos, el trabajo de procesar los datos es complejo, pero muy fructífero desde el punto de vista económico. Los datos son una nueva simiente, mundialmente codiciada. Se recogen como frutos maduros. La mayoría de las veces, ni siquiera hace falta haberlos sembrado y cuidado previamente, como ocurre en el mundo natural.
El concepto de dato es muy interesante. Los datos describen «hechos» que han ocurrido y que contienen información relevante. Incluso los errores son importantes, cuando se trata de datos. Las equivocaciones, las teclas que se tocan sin querer... Todo es susceptible que ser evaluado. Lo bueno –y los malo– de los datos es que no sirven para nada si no son eso: masivos. A más datos, más valor. A menos datos, menos importancia. A nadie le interesa lo que hace un señor de mediana edad que vive en una ciudad española y tiene un trabajo precario, pero al mundo entero le interesa qué cosas hacen «todos» los señores que trabajan en España, de mediana edad y laboralmente precarizados. Los patrones que se extraen de sus comportamientos son oro molido para las empresas y los políticos.
Los datos deben ser, ahora que lo pienso, la única cosa del mundo que es más valiosa cuanto más abundante. Por lo general, pagamos más dinero por los productos que escasean. De modo que los diamantes son caros, y barata la arena. Sin embargo, de nada sirven los datos que una persona genera en su día a día, si no van acompañados de los de unos cuantos miles, o millones, de personas semejantes. Los datos son arena que un buen algoritmo convierte en diamantes. El algoritmo es el pulidor de la materia prima, que sin ser tratada matemáticamente no valdría más que dicha arena. Los datos contradicen las leyes del mercado que dábamos por infalibles respecto al valor económico. Y, los humanos, hoy valemos por lo que hacemos (por los datos que generamos), más que por lo que somos.
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